El fútbol es una fuente de inspiración productora de grandes instantes. El todo o la nada se decide en una toma de decisión instantánea en la que el interesado -el futbolista- se la juega para siempre. Si acierta, pasará a la historia como un héroe, ¡ah, amigos! pero: ¿y si falla ese balón que le han puesto como a Felipe II en el mismo centro del área pequeña y con la puntera la manda a la grada?. R.I.P.
Ese juego bobalicón de origen inglés, dueño y señor de millones y millones de instantes de nuestra historia contemporánea, representa un microcosmos digno de estudios psicológicos y sociológicos de carácter individual y colectivo de las principales universidades o, como en este caso, de un humilde servidor.
Hace unos días en España se jugó la final de la Copa del Rey de Fútbol entre dos grandes instituciones: El Real Madrid y el Barcelona, con todo lo que ello representa en el coyuntura política del momento. Ante el televisor casi doce millones de teleespectadores esperando el instante clave, la jugada decisiva, o la estrategia acertada.
En el partido al que hago referencia, la competitividad era máxima. Los intereses de unos y de otros se argumentaban con solidez. El toma y daca constante evidenciaba el adecuado planteamiento de unos y de otros. Cualquiera de los dos estaba en disposición de alzarse con el preciado trofeo. Tan sólo faltaba que alguien, entre ese enorme bosque de piernas millonarias, tomara, en el instante preciso, la decisión adecuada que rompiera el equilibrio del partido.
Lo mismo sucede en nuestra vida real, ese equilibrio forzado por las situaciones que nos han tocado vivir, sólo se rompe mediante una toma de decisión. Saliendo del espacio de confort, que supone el equilibrio en el que nos desenvolvemos -y que nos puede llegar a asfixiar- y apostando por una idea nueva, una ruptura del status quo imperante -pero inoperante- por un planteamiento diferente que cambie nuestra realidad y nos lleve hacia la victoria.
El equilibrio se rompe arriesgando. Y eso es lo que hizo un jovenzuelo -millonario hasta la médula- llamado Bale. Dicen que sus piernas valen más de cien millones de euros (sin comentarios). La cuestión es que el mozo de buenos colores, agarró un balón, lo lanzó al hueco, apretó el culo, corrió como las balas, ignoró al resto de sus compañeros y al resto del mundo, y la metió donde la tenía que meter y ¡alehop!: ¡El mundo se vistió de blanco! El villano se convirtió en héroe, y Casillas levantó de nuevo un trofeo ante su Sara Carbonero y el resto de los mortales.
En el bando contrario, Neymar todavía se estará preguntado si hizo bien, o no, en meter la puntera en ese balón que dio en el poste, o mejor tendría que haber optado por golpear con el empeine o el interior del pie y haber definido mejor la trayectoria que, con la puntera, siempre incluye un porcentaje mayor de azar.
Todo se decidió en dos segundos. Lo demás fue relleno.
En nuestras vidas, también nos lo jugamos todo en unas cuantas decisiones.
Como decía el proverbio chino: ¿Bueno o malo?: no lo sé.
Cuando Karl Marx, pronuncio la frase que Mao Tse Dong repetiría despues : "La religión es el opio del pueblo" jamás se imaginaria que le saldría una fuerte competencia "El futbol es el opio del pueblo, y si tiene razón el fútbol es el opio de aquellos que se han dejado narcotizar por este popular deporte, solo que es un narcótico transitorio...y como decían los romanos...** para distraer al pueblo de los problemas que genera el emperador, debemos darle pan y circo .El fútbol es exactamente eso...puro narcótico.
ResponderEliminarSin embargo no puedo decir que es del todo malo porque aunque no soy de esas locas aficionadas cuya euforia le hace mostrar los pechos tras cada gol o cuyas derrotas la dejan tres días en cama presa de una gran depresión si lo disfruto y reconozco que me saca el nacionalismo patrio........................................kathy
Fantástica reflexión, estoy totalmente de acuerdo contigo, Kathy. Saludos
EliminarYo hace ya algunos años que logre desintoxicarme de este deporte, pero cierto es ,que cada dos años ,cuando juega el equipo nacional no puedo evitar dejarme arrastrar y volver a consumir un poco, por suerte no recaigo una vez pasada la marea roja
ResponderEliminarAhora sólo te falta desintoxicarte de las motos...Un abrazo, Mario.
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