Por prescripción facultativa he decidido explorar mi lado murakaniano. Nunca estuve en Japón, aunque reconozco que he sido una víctima más de la fiebre del sushi que arrasa occidente como un tsunami, en perjuicio de las morcillas, las patatas asadas con ajo y del mondongo viudo. Como paso previo, he decidido comprar un pecera redonda con dos carpas rojas y hacer que esa instalación presida una mesa que diseñé hace años en acero inoxidable, que pesa dos quintales, y que ocupa el epicentro del salón de mi casa, para suplicio de las espinillas de mis escasas visitas.
Días atrás, Elena Marqués, que de esto entiende un rato, me dejó intrigado al comparar mi escritura con la del prestigioso escritor japones y, desde entonces, no paro de darle vueltas y más vueltas al asunto: ¿En qué se parecerán mis relatos a los de Murakami? ¿En qué se parece un trozo de bonito salao a un sushi californiano? ¿Cuándo, como el de él, aparecerá mi nombre en la lista de aspirantes al Nobel de Literatura?
Fruto de esa incontrolable ebullición mental me lanzo a la Wikipedia a empaparme de ese tal Murakami. Quiero saber más de ese hombre que su propia esposa, o que la mismísima Elena. Lo primero que me sorprende es que Haruki -vamos a hablar ya más en confianza utilizando su nombre de pila- comenzó a interesarse por el atletismo a los treinta años, justo cuando yo tomé la decisión de tirar mis zapatillas a tomar por el culo, harto como estaba de correr y correr sin llegar a ningún sitio, como Forrest Gump, y de que se estuvieran oxidando todos mis trofeos.
Otra de mis sorpresas es que, como yo, también se dedicó a la hostelería, en cuya universidad me gradué, hace veinte años, con un suspenso que me tiene desde entonces en suspense.
Demasiadas coincidencias que hacen que corra hacía el espejo de mi cuarto de baño a revisarme los rasgos faciales. Mis ojos no son tan rasgados como los de mi colega Haruki -ya somos colegas-. Entiendo que no lo son por la escasa ingesta de arroz que incluyo habitualmente en mi dieta, cosa que decido resolver comprando veinte paquetes de arroz Embajador: ¡Embajador del Japón!, con razón, -pensé yo.
La siguiente decisión ha consistido en lanzarme a una librería cercana en busca del primer libro de mi colega japonés. Tras darle muchas vuelta he decidido comenzar mi lectura por un pequeño libro de relatos que lleva por título: Después del Terremoto. Prefiero comenzar por relatos no muy largos para ir asimilando mejor su estilo y ser capaz, sin prisas, de encontrar en su escritura los rasgos de la mía propia, tal y como apuntaba Elena Marqués.
Que inquietante resulta encontrarse a uno mismo, entre las frases de un escritor japones, especialista en traducir obras de los grandes escritores norteamericanos, por inspiración de un comentario publicado en un blog de escritores noveles por una de sus más fieles colaboradoras, a la que tengo muchas ganas de conocer.
Por cierto, también me he comprado unos calzoncillos con la bandera de Japón, y unos cómic del Manga para facilitar mi convergencia con la cultura nipona. A ver qué pasa...
Nipón , nipón , no te veo , pero un poco kamikaze si, al no temerle nunca a la muerte del fracaso
ResponderEliminarQue envidia me das!!!! , jejejejej
Saludos
Tú también eres un tío valiente, Mario. No me quieras engañar...
EliminarEs curioso, mis neuronas, de por sí perezosas, reciben tus textos con simpatía, cuando en muchas ocasiones me maldicen por los párrafos que me echo a los ojos. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias Cuentón, de todo hay en esta viña de la escritura. Yo escribo por pura necesidad, quizás sea eso.
EliminarReverendo texto!! me has arrancado la risa hombre.
ResponderEliminarPor cierto, también estudie hotelería, no será que también hay algo de Murakami en mi,jajaja.
Es curioso cuando comparan tu estilo de escribir con el de alguien que jamás has leído, me paso con la recién premio nobel Alice Munro, una escritora canadiense con un estilo punzante, que yo hasta que un buen amigo nerd me comparó con ella, desconocía por completo. Entonces me paso como a ti, me di a la búsqueda de mi propio estilo. Leí un par de libros de ella, y algunos reportajes sobre su vida personal, pero pronto me aburrió. En realidad uno acaba identificandose mejor con otros personajes literarios. Me gusta la compañía de Virginia Woolf, la tuteo con su apodo de Ginia, y así.
Me ha gustado mucho tu estilo de hoy.
"Kafka en la orilla" de Murakami esta bueno. pero no hablaremos más sobre el asunto hasta que lo leas.
Feliz semana.
Beatriz: hoy mismo me acabo de comprar After Dark, pero te aseguro, por Cantinflas, que el próximo que me compre de Murakami será Kafka en la orilla. Un abrazo.
Eliminar