miércoles, 16 de abril de 2014

Dar


Hay un pequeño libro de Nabokov sobre la encimera de acero de mi cocina. Dos peces rojos dando vueltas y más vueltas en su claustrofóbica pecera. Cuatro días festivos por delante. Letras y pensamientos que revolotean a mi alrededor sin conexión aparente. Pienso. De hecho, entre otras cosas, me pagan para que piense. Mi cabeza se puso en marcha a las cinco y media de la madrugada de manera efervescente. Tal vez, con demasiada energía o, quizás, podríamos llamarle, sin temor a equivocarnos: confusión.
La luz del día va tomando intensidad. Repaso la prensa. El Real Madrid luce pletórico ante la impotencia del Barcelona. Los rusos siguen sacando pecho ante Ucrania y ante el mundo. El Rey está cada día más cojo. El calendario avanza impasible ante nuestras nimiedades. Nuestros sueños se postergan sin razón aparente. La rutina corroe, silenciosa, ganando la batalla del tiempo. 
Los plátanos de mi frutero, por el exceso de calor de estos días pasados, se han madurado mucho. Las ideas, como los yogures, tiene fecha de caducidad. Los peces, boqueando en la superficie de su lago de ficción, me piden, con gritos mudos que retumban en mi conciencia, que les cambie el agua. El futuro me pide respuestas. Las respuestas me piden cordura. La cordura me pide equilibrio. El equilibrio me pide fuerza. La fuerza me pide resistencia. La resistencia me pide constancia. La constancia me pide claridad. La claridad me pide que me ponga las gafas. Las gafas me piden que las limpie. La limpieza me pide destreza. Mi destreza me pide método. El método me solicita renovación. La renovación me pide a gritos que piense. Todo el mundo me pide de todo y, a veces, tengo poco para darles.
Por esa razón, mientras me sueno los mocos, me planteo si esta mañana seré capaz de escribir algo minímamente coherente, o mejor dedicarme a la contemplación de mis peces de colores, o terminar con ese libro de Nabokov. Con la duda, me voy a preparar el desayuno para, de ese modo tan pueril, intentar recobrar algo de lucidez si es que alguna vez la tuve.
¿Qué sería de mí sin mi vieja cafetera Saeco y mi café de Intermón?
No sé si esta mañana podré escribir algo más, o esto que han leído será todo.

6 comentarios:

  1. A mi me sirve ,si hace algún tiempo se me hacia un mundo leer un sello , hoy en día no puedo pasar sin leer un poco todas las mañanas

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    1. Enhorabuena, Mario, todo lo que buscas, y lo que no sabes que buscas, está en los libros.

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  2. Decirte que aunque no te diga nada...sigo leyéndote. Una abraçada.

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    1. Muchas gracias, Conchy, ya te extrañaba por estos lares... Un abrazo seas quién seas y estés dónde estés.

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  3. Es normal que la nada necesite de un todo, que un todo necesite de un mucho que un mucho necesite de ti. La realidad es innegable somos tus peces de colores dando vueltas y vueltas en un bol de cristal viendo desde de adentro lo que jamás tomaremos desde afuera y buscando llegar a cualquier parte simplemente dando largas vueltas en circulo y creyendo que pronto estaremos por llegar esa es la vida............................kathy

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