jueves, 1 de mayo de 2014

Vidas farmacológicas


Galopan las semanas a lomos de la frustración. La realidad se atempera rodeándose de adornos superfluos, que, por momentos, nos alivian de nuestros males invisibles. Mundos repletos de aislamiento. Zumbidos imperceptibles de palabras que no se dicen, de cosas que no se hacen, de decisiones que se postergan, de sueños que no se cumplen, de viajes que no se hacen, de fantasías que se caducan víctimas de los prejuicios fabricados por mentes pretéritas a golpe de sable y mediante baños de sangre.
Esos muros invisibles se complementan perfectamente con leyes y normas de toda condición, con muros de hormigón, con alambradas de espinas, con garitas, con dedos en el gatillo, con uniformes de color caqui, con sotanas de color púrpura, con cruces, con altares, con banderas de todos los colores, con águilas bicéfalas, con hoces, con martillos, con estrellas, con himnos.
Y, bajo toda esa capa ingente de señuelos, subsistimos los demás, asumiendo las leyes, poniéndonos firmes, de rodillas, postrados, con la piel de gallina, resignados, convencidos, ensalzados, rindiendo tributo al Becerro de Oro y aparentando normalidad.
Vivimos la vida felizmente infelices. Visitando parques temáticos de edificios de cartón para visitantes encartonados. Adoptando roles modélicos. Vistiendo con genuinas marcas. Asistiendo a espectáculos exclusivos. Diseñando nuestro cuerpo al estilo del momento. Bebiendo lo que hay que beber. Fumando lo que hay que fumar. Diciendo lo que hay que decir y callando lo que hay que callar.
Y, pese a estar perfectamente afiliados, cumplir a rajatabla los cánones establecidos, aparentar la perfección que se nos exige, colgar las fotos felices en Facebook, viajar a destinos de ensueño y conducir coches de alta gama, seguimos subsistiendo a base de ansiolíticos.
La ansiedad es el gran negocio del momento. Bajo su influjo consumimos como posesos.
Vidas contemporáneas dependientes del dictado y estrechamente ligadas a la farmacopea.



4 comentarios:

  1. Creo que tenemos demasiada ansia por ser o parecer felices. Y para ello tenemos que seguir las pautas que nos marcan.
    Un saludo.

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    1. No salirse de la fila. Nos lo enseñan desde bien chiquitos.

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  2. Hoy en días , tampoco hay mucha gente a la que se pueda seguir , faltan líderes en los que se pueda confiar. Ni dioses , ni políticos , ninguno da la talla y aún sabiéndolo nadie hacemos nada .
    Necesitamos gente creíble que empiece a salirse de las filas para que los podamos seguir

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    1. No se trata tanto de seguir a un líder como de forjar unas convicciones propias basadas en la libertad y en la crítica. No ser de esto o de aquello, ser capaz de decidir libremente en base a lo que cada uno aporta. Utilizar el sentido común y pensar en el bien común, más allá de nuestro propio interés. Si todos velamos únicamente por nuestros intereses se hará imposible vivir en sociedad.

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