viernes, 3 de octubre de 2014

Monica Bellucci, yo también te quiero


Tengo claro que, a estas horas de la mañana, no debería escribir. Hubiera sido mejor continuar con la sorprendente lectura del libro Jesucristo bebía cerveza, del escritor portugués Afonzo Cruz. Pero mis dedos piden cancha. Mis falanges anhelan moverse, arrastrar sus uñas por mi infecto teclado, dejar sus huellas grasientas sobre teclas desgastadas por el uso, como las que dejan las pisadas sobre un mausoleo de mármol de Carrara tras el paso de los siglos y los siglos.
El cambio de estación siempre me produce mocos. A mi reconocido colon irritable tengo que sumar, también, mi sinusitis crónica. Las celulosas me han reconocido, en varias ocasiones, como consumidor del año. Compro los pañuelos de papel y los rollos de papel higiénico en cantidades industriales. Como si en mi casa viviera una familia del Opus Dei en lugar de una pareja que aspira a la reproducción como un naufrago aspira a que cualquier barco vea sus señales de humo y lo salve. 
Escribo, entonces, en lugar de leer. Lo hago pensando en la cantidad de gente que en este momento estará escribiendo como yo. Intentando entender los motivos que nos arrastran a este desahogo que ya debían de sentir los humanos desde la prehistoria, cuando, aún sin desayunar, o tal vez después de comer carne de oso caducada de la cacería de la semana pasada no la otra, se ponían a dibujar, o escribir, signos en las paredes de sus deshipotecadas cuevas. 
Cuanto más pienso en esos arcaicos homínidos más los admiro. No sólo renunciaron a pagar hipotecas, y a las tarjetas de crédito, y a Mercadona y su marca blanca, y al Corte Inglés con su bonos de descuento de diez euros para tu siguiente compra superior a cincuenta euros, renunciaron, también, a políticos corruptos mediante el uso de la "maza". Si a un pintor de las cavernas, de los que pintaban animales de la sabana, le birlaban su cuenco de pintura, se le daba un "mazazo" y listo. Ahora, nos birlan las prestaciones, nos tienen a los hijos estudiando en barracones, nos quitan las becas, congelan las jubilaciones y se llevan el dinero a Suiza, y a Andorra, y a Liechtenstien -dónde nació, o vivió, o vive Frankestein, que debe ser el que guarda la pasta para que no se la roben- y les reímos la gracia.
Mientras escribo esta mañana, sabiendo que continuar leyendo a Afonzo Cruz hubiera sido la mejor opción, no me siento mucho más evolucionado que los artistas de Altamira. 
Los dibujos que nos han legado para la historia representan imagines bucólicas de caza, y yo, para la posteridad, escribo en esta pared de color blanco, un mensaje tan confuso e infumable como la propia sociedad para la que lo escribo. 
Sé, sabía, que por las mañanas no debería escribir desde las vísceras. Debería ser más cauto y considerado en mis fabulaciones. Pensar más en el Barsa y el Madrid, en las carreras de motos, en la Fórmula Uno, en los pases de pecho de José Tomás, en las fotos de Monica Bellucci que sube diariamente a Facebook mi amigo Jorge, y que nunca se le acaban, como si hubiera jaqueado su cuenta y tuviera acceso a sus más íntimos archivos. Sé, sabía, que desahogarse públicamente tiene sus consecuencias, y las acepto. Sé, sabía, que mis escritos son de poca monta, carecen de la profundidad y la calidad necesaria como para poder trascender entre millones de aspirante a escritores sin EGB, ni Bachillerato, ni Selectividad, ni Filosofía y Letras, y sin nada de nada. 
Escribo de oído y sé, perfectamente, que eso es imposible. Tal vez por ello, esta mañana he decidido emular a los prehistóricos y dibujar sobre esta pared en blanco una especie de graffiti con el paint como salida de pata de banco a este incomprensible relato que, entre ustedes y yo, no debería haber escrito, y que, de hacerlo como lo he hecho, no servirá absolutamente para nada.
No sé imaginan cómo estoy de los mocos. Tengo la nariz hecha una mierda de tanto sonarme.

4 comentarios:

  1. Jajaja, muy bueno sí señor, y gracias por mencionarme. Y viva Monica Belluci...

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  2. Gracias por dedicarme tu rollo de papel higiénico.

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  3. Buenos músicos exiten que tocan de oído , por que no va haber buenos escritores que escriban de oído ?

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