lunes, 13 de julio de 2015

Siete casas vacías


Samanta Schweblin me ha contado las historias de "Siete casas vacías". Esta escritora argentina espesa los textos con la precisión de una chocolatera, de las de antes, hasta alcanzar la consistencia que se precisa. Una casa vacía, o una casa ajena, siempre tienen muchas cosas que contarnos. Historias por venir o historias enquistadas. La densidad de sus relatos seduce y engancha con sutileza desde los primeros párrafos. Sin que te des cuenta ya estás dentro de la trama y no puedes dejarla hasta el final. Maneja la tensión sin brusquedades ni excesos de fantasía. Sus descripciones, sus ambientaciones, son paisajes marcadamente intimistas. Lo que se siente importa más que el hecho en sí mismo. Nos describe su mundo interior, enfatizando en las percepciones y los sentimientos de sus intensos, a la par que cotidianos, personajes. El entorno lo describe de una manera más somera, como si para ella tuviera menos importancia el continente que el contenido.
Schweblin se sumerge en el epicentro emocional de sus protagonistas como medio de conectar con los sentimientos de sus lectores y lo consigue fácilmente y sin alharacas.
Siete casas vacías es el libro laureado con el que nos premia esta argentina de diván y de letras elocuentes. Un pequeño libro de relatos, en el que la autora desnuda tanto a su país, Argentina, como a cada uno de sus deliciosos personajes. Editado por Páginas de Espuma, es ideal para leerlo, a ratitos, entre baño y baño, escuchando como rompen las olas en la orilla de una playa o al borde de una refrescante piscina. 
Esta escritora tiene aún mucho que decir.


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