sábado, 29 de agosto de 2015

El pintor Carlos Pardo conquista Radio Nacional


Gracias a mi genial amigo, el pintor murciano Carlos Pardo, este humilde blog está superando todos sus récords de visitas. Y todo ha comenzado esta mañana a eso de las nueve. Yo ya estaba avisado, y duchado, y afeitado, y desayunado, pero aún en calzoncillos, en un postrero intento de alargar la sensación de que aún estoy de vacaciones, aunque ya lleve una semana trabajando.
Ansioso, le he pegado los últimos tragos a un maravilloso café con leche bien caliente con miel, con la radio puesta en mi viejo ordenador. Esto, irremediablemente, me ha retrotraído a cuando, de pequeño, mi abuela me ponía el desayuno escuchando la radio antes de irme al colegio, y esa sensación me ha preparado el cuerpo para escuchar tan esperada entrevista. 
Todo esto viene a colación de que Radio Nacional, no radio macuto, ni radio habichuela, no, no, ¡RADIO NACIONAL DE ESPAÑA! entrevistaba en directo a mi amigo Carlicos; el cuál, más allá de que ahora sea un pintor como la copa de un pino, es mi amigo del alma, y de luchas, y de sueños, y de frustraciones, y de arroces y conejo, y de guitarra en mano, y de plantar árboles, y de curar águilas, y de yo qué sé de tantas y tantas historias...
Y no es porque Carlos y yo seamos amigos desde pequeños, pero esa entrevista ha sido una de las más humanas y emotivas que un artista contemporáneo ha concedido a un medio de comunicación en la historia del arte en nuestro país. El entrevistador ha sabido extraer de Carlos, y, de ese modo lo ha compartido con toda España, su verdadero valor: su autenticidad como artista y su autenticidad como persona.
Lo demás han sido lágrimas, y emociones, y recuerdos, y orgullo, y enviada sana, y vellos de punta. 
Y ahora, de nuevo, le debo un favor a él, y él me debe un café a mí. Todo esto que intento describir, con más o menos acierto, es algo parecido a la amistad. La amistad como un yoyó, como un ir y venir, como un estar y no estar, pero queriendo y apreciando de verdad que esas ausencias, de vez en cuando, se conviertan en presencias, y las presencias en disfrute, y el disfrute en cariño, y el cariño en algo imperecedero.
No sé por qué, este Carlos, cada vez que nos vemos, e incluso, en está ocasión sin llegar a vernos, siempre me deja llorando. Lo reconozco: yo soy un llorón, pero él es un hombre irrepetible, y encima es mi amigo...¿Es o no es para estar orgulloso y qué, al escribir de él, se me caiga la baba?

3 comentarios:

  1. Nada como la verdadera amistad , y mas aun si viene desde la infancia . Pues si , es para llorar de felicidad

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  2. He escuchado el podcast hoy y me ha dejado impresionado.

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