lunes, 7 de diciembre de 2015

Esmeralda Torres o el arte sinuoso


He puesto un poco de jazz para hablarles de la artista mexicana Esmeralda Torres (Santiago de Querétaro, 1978). Se lo debo a ella y al destino. Aunque pensándolo bien, todos le debemos algo al destino. Siempre debemos algo a alguien. Tener asuntos pendientes nos hace modernos, contemporáneos, como el arte que persigue Esmeralda en sus noches de insomnio, allá por su México lindo, que también es el mío. 
Enfrentarse al arte es un acto supremo de valentía. La creación, el hecho de crear, es como un parto con dolor que siempre viene de nalgas. Ella sufre con sus pinceles como yo sufro, silente, frente a mi teclado. La cuestión es sufrir. Gozar en una especie de epifanía, ensimismados, en busca de ese golpe de gracia que provoque que alguien nos entienda, que alguien disfrute de lo que hacemos, o que alguien nos rescate con su condescendencia. 
Esmeralda Torres cumplió su promesa. Me cambió una de sus obras por un collage de los míos, que, por el camino, en pleno vuelo tal vez, se clonó y llegó a México multiplicado por dos, en una especie de milagro multiplicativo como en las Bodas de Caná. Ella fue, tal vez por la edad, más rápida que yo. Al poco de haber aceptado el trueque que le propuse en este blog, dando prueba con ello de su generosidad, recibí su sobre. Un sobre enorme, lleno de sellos de México, que me trasladó, ipso facto, a mi infancia, en la que me escribía, por afición, con gentes de medio mundo. En aquella época, sin Internet, el buzón era para mí la parte más importante de mi casa. Todos mis sueños y todas mis fantasías dependían de la destreza del cartero y de la bujía de su vieja moto. El cartero era el profeta que me anunciaba la palabra de Dios sobre la grupa de una Vespa. Un Dios, diversificado en pasaportes y en religiones, cuyo nexo común era, y sigue siendo, el idioma castellano; al que doy las gracias por acercarme a tanta y tanta gente maravillosa allende los mares. 
Pero yo pretendía hoy hablarles de Esmeralda, y aprovecho desde aquí para felicitar a sus padres por ponerle un nombre tan bonito: "Esmeralda". Yo creo que a sus padres ya les debía de gustar el arte y que ella es tan sólo una extensión mejorada de ellos. 
La obra que me regaló, un pequeño lienzo de 30 x 33 cm, pertenece a la exposición que llevó por titulo "Calas" y que se expuso, en el 2005, en el Museo Regional de Querétaro. 
Qué quieren que les diga: ¡me entusiasmó!. Las calas son aquellos dibujos o marcas que afloran debajo de otros, a modo de segunda piel. En el que ella me regaló, curiosamente, aparecen las reminiscencias de dos peces. Sin saberlo, Esmeralda me mandó la representación de mi signo zodiacal. Soy piscis y dual hasta la médula. Y ella acertó en la elección en una especie de conexión metafísica, e inexplicable, pero que, a buen seguro, ha de tener algún tipo de explicación fuera de la lógica convencional.
Esmeralda Torres se atrevió a dibujar lo tapado, lo escondido, en una especie de rebeldía frente a la superficialidad que tanto nos ahoga a la sociedad actual. Sus pinceles, se enfrentan con sutileza a los problemas cotidianos, hurgan en nuestro pasado para hacer aflorar lo que escondemos tras esas poses felices con las que inundamos los muros de Facebook. En su lugar, ella escarba en los muros de los viejos edificios haciendo aflorar historias muertas, demostrando, con ello, que no lo estaban tanto; que toda muerte tiene una segunda lectura, una resurrección. Esmeralda apostó muy fuerte en esa exposición y, por experiencia puedo decir, que mucha gente no entendería demasiado bien su propuesta expositiva. Esmeralda Torres, en "Calas", intentó ir más allá de lo retórico y lo manido, más allá de lo visible para dibujar lo invisible, en una especie de reto nunca visto en la expresión plástica. 
Gracias por todo Esmeralda. Ahora, esos dos peces invisibles que me enviaste vuelven a recobrar vida. Gracias a tu osadía, vuelven a tener visibilidad y sentido. Mucho sentido...

3 comentarios:

  1. Amigo, después de leerte, la que queda en deuda soy yo. Agradezco sobre todo, que en un mundo lleno de caos, aún tengamos el tiempo, la paciencia y sobre todo la ilusión de hacer este intercambio que no olvidaré nunca, tus collages me acompañan en mi estudio. Mi cariño y un abrazo.

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    1. El tiempo es oro y el oro es el metal más maleable que existe, como el propio tiempo...Siempre sacamos tiempo para lo que queremos. Qué bonito que mis collages luzcan en tu estudio, al otro lado del mundo. Saludos

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