lunes, 15 de febrero de 2010

Colombia o el castellano perfecto
















Colombia me cautivó. Su gente me enamoró. La forma tan impresionante de usar nuestra lengua, tratándola como a una joya, engrandecen ese vínculo que nos une irremediablemente por una historia, que como todas las demás, no se escribió al gusto de todos.
Un tintico en Juan Valdéz, el Museo del Oro, la Plaza Bolivar, sus callejones, la Casa Museo de Botero lleno de gordos y gordas, los esmeralderos, los cambistas, las vendedoras de minutos para el celular, los artistas callejeros, sus calles descuidadas pero llenas de estudiantes, se vinieron dentro de mí. ¿O quizás parte de mí se quedó allí? Descubrí una Colombia enorme y digna de el mejor de los destinos.

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