Escribía poesías dulces y livianas con olor a lavada, y a romero, y con sabor a miel, quién sabe si inspiradas en Lorca, Pushkin, o en Jayam. Su cabello era lacio, con un tono cenizo y ligeramente aclarado en las puntas. Su mirada era serena como el fluir de un río que transitara por un valle verde esperanza. Y clavaba sus poemas en los troncos de los árboles a sabiendas de que yo los recogía.
Me encantaba su forma de vestir. Vaporosos vestidos, siempre de fibras vegetales, en tonos claros: blancos, beig, amarillos, rosados… cubrían un cuerpo de formas sinuosas que me inquietaban. Más que caminar, aquella mujer parecía que flotaba a un palmo del suelo. Yo hacía como que leía un libro. Disimulaba entre lineas, que no decían nada, para leerlo todo en sus andares. Ella era mi prosa y mi verso.
Y, como una brasa, siempre mantenía vivo el fuego. Con chinchetas de colores, a juego con el vestido del día, sobre la rugosa piel de cualquier árbol, ella clavaba otro poema con el que me traspasaba el alma. Y así transcurrían mis oscuras semanas en las que tan sólo brillaban los sábados. Las semanas y los meses se resumían en acumulaciones de versos que yo guardaba y clasificaba celosamente como un resucitado bibliotecario de Alejandría.
Hasta que una mañana, mientras me afeitaba, me decidí. Recuerdo que tomaba un café tan oscuro como una noche sin luna. Sobre una cuartilla color sepia le escribí, sonrojado, mi primer poema. Para anticiparme a mi musa, corrí al jardín, y con una chincheta del mismo color que mi viejo abrigo, sobre un centenario ficus, clavé mi condena.
Hace treinta años que todos los sábados retomamos el juego. Otras parejas nos han copiado, pero no es lo mismo: ellos buscan encarecidamente que el verso se haga carne, mientras que nosotros no necesitamos nada más. Afortunadamente, pese a que la vida se ha convertido en una fotografía desgastada de lo que fue, la poesía no ha muerto.
Larga vida (eternidad) para la poesía. Y nosotros que lo veamos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me ha encantado. Besitos.
ResponderEliminarBueno, existe la carne de la poesía, es muy provechosa y con proyecciones. Da sentido. Y me parece tan expresivo como entrañable ese relato, José. Te saludo.
ResponderEliminar(Te he puesto en mi columna de blogs que me interesa seguir y leer)
Qué interesante. El amor, la sensualidad, la atracción espiritual desligada de lo material.
ResponderEliminarSAludos.
Que no muera nunca la poesía!!
ResponderEliminarSaludos y Feliz NAvidad
Gó
Cuando la vida rima como en este texto hermoso, lleno de espiritualidad y muy visual, me reconcilio con el mundo.
ResponderEliminarQué bello eso de "Ella era mi prosa y mi verso"
Que tengas unas estupendas Fiestas.
Un beso,