viernes, 24 de julio de 2015

Perfume endiablado


-¿Le gustaría oler este perfume, caballero?
-Disculpe, señorita, pero uso la misma fragancia desde hace años y no soy mucho de cambiar. Si hubiese querido probar ese perfume se lo habría pedido yo mismo, y ha sido usted quien me lo ha ofrecido.
-Este que le propongo, es un perfume muy especial, tiene la facultad de multiplicar por varias veces su capacidad de seducción. Además, en este momento, lo tenemos en oferta: con la compra de un perfume le regalamos un paraguas.
-No me haga reír. ¿Usted entiende de matemáticas o de física cuántica?
-Aquí donde me ve, estudié magisterio. Después, derecho. Más tarde, hice un curso de jardinería china, y, antes de vender perfumes, trabajé desde casa para un teléfono erótico. Lo más aburrido fue lo del teléfono erótico.
-¿Por qué? A priori parece lo más emocionante de su carrera.
-No, en absoluto, apenas si podía expresarme, era todo muy onomatopéyico.
-¡Menudo curriculum el suyo! Entonces, como le iba diciendo, señorita, multiplique usted por cero lo que quiera y verá como sigue dando cero.
-Usted no es un cero. No sé quién le habrá dicho eso.
-Me lo dice mi espejo cada mañana, y también me lo dijo mi ex-esposa.
-A los espejos los carga el diablo, como a las armas.
-¿Y a las ex-esposas, quién las carga?
-Los picapleitos y las amigas que saben de juicios.
-Lo de usted tiene mucho mérito, señorita, estudiar dos carreras para acabar en el aeropuerto vendiendo perfumes a ejecutivos de mediopelo.
-Me encanta vender. Sería capaz de vender mi alma al diablo, si pudiera.
-El diablo es todo un seductor.
-Lo sé, me ha seducido varias veces.
-¿Acaso el maligno usa este perfume?
-Imagínese, lo fabrica él mismo.
-¿No me diga?...¿Y qué más fabrica su endemoniada excelencia?
-Armas nucleares, conglomerados bancarios, contratos basura, un poco de todo. Le gusta diversificar su negocio. Lo último ha sido esto de los perfumes.
-¿Sabe qué?: ¡Me lo llevo!. No tanto por el perfume, sino por el paraguas. Ayer me dejé olvidado el último en un taxi. Salgo a paraguas por semana.
-Lo sabía. Lo leí en sus ojos mientras se acercaba al stand.
-¿Y qué más leyó en mis ojos, señorita?
-Que usted es más de Bukowski que de Coelho.
-Me encantan las señoritas que todavía son capaces de leer algo en mis ojos.
-Usted es todo un seductor, un lobo con piel de cordero. Pero a mí no me ha podido engañar...dándoselas de blandito.
-¿Qué le debo, diablilla?
-Son noventa euros, galanzote.
-¿Noventa eurossss? ¡Diablos! Hay que ver cómo se las gastan en el infierno.

1 comentario:

  1. jajajajajajajajaja, definitivamente más que el diablo, el poder de seducción de una mujer es todo un arte aprendido y transmitido de generación en generación es un arte más que endemoniado. Excelente tu relato amigo.

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