O Murakami acaba conmigo, o yo acabo con él. Este japonés, procedente del mundo de la hostelería, me tiene dominado por culpa de Elena Marqués, a la que no tengo el gusto de conocer en persona. Ella me lo metió en la sangre a través de una simpática analogía que escribió sobre uno de mis sencillos relatos y no pararé hasta encontrarla para pedirle daños y perjuicios. Lo demás ha sido coser y cantar. Bueno, y leer, mucho leer.
Pero este no es el problema. El problema se ha creado así mismo. O sea, yo me lo he creado, pero no sé muy bien cómo explicarlo. Ni tan siquiera sé si todo esto tiene una explicación lógica. Dudo que la tenga, más allá de estar perdiendo el juicio, si es que alguna vez lo tuve.
Lo último es que me ha dado por crear un mapa musical con todos los temas que describe mi amigo Haruki en sus novelas, y en esa búsqueda desenfrenada que me llevó a rastrear toda la historia del jazz, he llegado a darme de bruces con los británicos de The Human League, y la cosa tiene su miga. En concreto a su tema Don´t You Want Me. He visualizado el video en YouTube unas doscientas veces. He intentado descifrar su mensaje a través de la iconografía murakaniana, y de los tres kilos de sushi que consumo a la semana, y no he sido capaz de llegar a conclusión alguna. Pero, no por eso, he tirado la toalla, ni, tampoco, el sushi que me sobró anoche.
Yo recordaba esa canción de la Liga Humana, -vamos a dejar el inglés para los ingleses que se les da mucho mejor que a mí- de mis años de juventud. Recuerdo que, por aquellos tiempos, yo lucía un flequillo lacio y rubio como un escandinavo del sur. Quería ser futbolista de los de ganar muchas pelas y tener un Porche Panamera, como mi vecino el ciclista Alejandro Valverde, y una novia modelo, o mejor dos. Pero de futbolista no valía, y lo dejé cinco minutos antes de que me echaran, como se despide la gente con categoría. Una retirada a tiempo es una victoria. Me quede sin Porche, y sin modelos, pero mantengo el tipo vendiendo champús y tintes para el cabello. La Champion League perdió a una estrella y la peluquería ganó a una fiera de la venta cuerpo a cuerpo.
Y todo esto lo he elucubrado observando, en pleno éxtasis, los vídeos de La Liga Humana. Y no es para menos, se lo aseguro.
Este Murakami, desde luego, tiene unas cosas...
Te veo haciéndote una operación de cirugía estética para rasgarte los ojos , de la idolatría al amor platónico no ay nada
ResponderEliminarUno termina adorando a sus maestros y este Murakami es cinturón negro décimo dan. Sus golpes siempre llegan a mi hígado, por eso lo tengo inflamado como una bota de vino. Saludos, Mario.
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