domingo, 3 de enero de 2016

Marcha Radetzky o la sociedad perfecta


Ayer lancé, por enésima vez, un mensaje dentro de una botella. Una botella imaginaria y un mensaje indescifrable. A un mar transparente y seco. A un mar en agonía como el Mar de Aral, o como el mar de nuestras conciencias. En una supuesta ciudad irrespirable y tan violenta como una pelea de perros. 
Muy probablemente, el mensaje lo recogerá una persona que vivirá con menos de un dólar al día y a la que estarán amenazando con un Kalashnikov. O llegué a un vertedero de basura en el que malvivan trescientos niños hurgando entre las inmundicias para conseguir algo que tenga un valor. Algo por lo que las mafias de la mierda le den veinte centavos de dólar. Algo que le de para subsistir y, de ese modo, pueda seguir escarbando, al día siguiente, y al día siguiente, entre las miserias de la clase media.
Ayer lancé dentro de esa botella, mi decepción y mi desconsuelo, mi rebeldía de palabrería, mi impotencia, mi frustración, mi condena existencial, mi propia basura. 
Cada mañana, antes de ir al trabajo, converso con los contenedores a los que confieso mi arrepentimiento. Uno amarillo, otro azul, y otro regordete de color verde. Los trato como a los pollitos de un nido imaginario. Cuando paró mi coche de alta gama, ellos abren sus picos y agudizan sus piares para reclamar mi basura organizada y de categoría. Como un católico espera el cuerpo de Cristo haciendo cola, vestido de domingo, en una iglesia que es un cántico a la ostentación, mientras los pobres esperan en la puerta con la mano tendida. 
Los pobres siempre están a las puertas. A las puertas de todo. Las puertas se inventaron para separar a los ricos de los pobres. Siempre hay puertas, y vallas, y fronteras, y religiones, y banderas. Y basura. Basura deshumanizada con cara y ojos, con cuerpos famélicos y vientres inflados, sin versos con rima, ni asonantes, ni comida caliente, ni cama, ni sonrisas. Basura recubierta de piel, con ojos de humano, cuya existencia paralela tan sólo sirve para decorar los informativos, eso sí, previo aviso de que, su contemplación, puede herir la sensibilidad del espectador. 
Y ayer las rebajas estaban de bote en bote. Los contenedores, los vertederos, ya esperan sus regalos de navidad. Siempre hubo clases. En Viena, y en todas las cadenas de televisión, ya suena la marcha Radetzky, y por tanto, todo comienza de nuevo, pero aquí, y perdonen ustedes por la expresión, ya no cabe más mierda.

2 comentarios:

  1. Tu escrito es una gran verdad. Lo has descrito de una excelente manera.

    Mi felicitación y mis deseos de todo lo mejor para el año 2016.Mucha suerte.
    Un abrazo

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  2. Calma, calma. Así sucede cuando nos saturamos, pero...luego, todo pasa.

    Feliz primer semana.

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