martes, 7 de diciembre de 2010

Aquella mañana en Veracruz


No es fácil. En muchas ocasiones cuando uno se encuentra a diez mil kilómetros de casa, acuciado por los problemas y las indecisiones, o te relajas tomándote unos tequilas o le da a uno por echar a correr por el malecón, o como a mí, agarras la computadora y te pones a desahogarte.

Llevo meses intentando sacar a la luz mi nuevo libro, repaso sus contenidos cada día, vuelvo loca a mi correctora y editora Beatriz Llamusí, los cambiaría todos, pero no serviría de mucho, son lo que son y nada más.

Aquel día de autos, no era un gran día, más bien todo lo contrario: era un día muy jodido, como muchos otros. Me movía como un gato encerrado dentro de la habitación, de aquí para allá, hasta el aburrimiento. Recuerdo que descorrí la cortina del cuarto y ante mí apareció el océano y esto de acá abajo, es lo que en aquel momento atiné a escribir:


Desde mi sillón


Hoy el viento está soplando muy fuerte en Boca del Río. Los cocoteros se mecen en un baile acompasado, como anunciando que el carnaval de Veracruz iniciará su andadura en pocos días.

Sin embargo, el cielo se ve gris, triste, desvaído. La meteorología tiene esas cosas. Es tan caprichosa como impredecible. Ayer el sol hermoseaba el malecón y la gente se bañaba en la alberca. Dos niñas gemelas corrían frenéticamente con su flotador en la cintura, entrando y saliendo del agua sin descanso posible. Los escasos turistas se tomaban fotos entre las buganvillas con un océano azul sereno al fondo, violado por el continuo ir y venir de cargueros de gran tonelaje rumbo al puerto.

Ver pasar los grandes barcos, casi por la línea del horizonte, te invade de nostalgia, como sucede cuando vemos pasar los trenes, con gente asomada a las ventanitas, a la que alcanzamos a ver un segundo y nos miran y se ríen y se van.

Yo estoy asomado a la ventana inmensa de mi habitación inmensa, frente a un océano inmenso. Hoy veo menos gente haciendo deporte sobre el malecón. Hoy los ricos, quizas por la lluvia, no han sacado sus helicópteros para ir a comprar el periódico, donde acaso leerán las últimas andanzas del señor del narco.

El clima condiciona todo. Nos hace rebajar nuestra arrogancia y nos pone los pies en la tierra. El viento, la lluvia, la nieve, las mareas, nos demuestran nuestra debilidad frente a la tierra que nos da la vida.

No somos tanto, tan sólo somos muchos.

El viento sopla incansable contra el ventanal inmenso de mi cuarto y yo tan solo, como un mero espectador, me asomo al mundo desde mi sillón.


Este pequeño relato, forma parte de mi nuevo libro "Momentos de ida y vuelta" que ya se puede adquirir desde cualquier parte del mundo por internet en la siguiente página:


Es un pequeño homenaje a todas aquellas personas que luchan, por todos los rincones del mundo, por sacar sus empresas adelante.

1 comentario:

  1. Y si me permites Jose es un homenaje a todas aquellas personas que en medio de sus ires y venires atribulaciones y exitos se mueven como una enorme palmera en medio del fuerte viento pero apesar de todo seguiran ahi de pie. asi como tu jose.

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