sábado, 16 de mayo de 2020

Abanderados


Esta mañana he leído en un medio digital que una millonada de autores, y no tan autores, han escrito, o están escribiendo, el diario de su confinamiento. Y mi gozo en un pozo. Yo que me creía original y brillante, me he sentido una triste fotocopia emborronada y en blanco y negro. Yo que ilusionado esperaba el Cervantes, ahora tan solo aspiro a que, como todo el mundo, esto pase pronto y mis relatos coronavíricos acumulen el consabido polvo del olvido. 
Pero eso vendrá después, ahora, de momento, permanecen vigentes, plagados de historias, ansiedades, contagios, contradicciones, esperpentos y muertes. 
Ojiplático, veo como algunos tienen prisa por darle más trabajo a los de cuidados intensivos. En Murcia han clausurado un bar porque los clientes estaban en su terraza como piojos en costura. En un acaudalado barrio de Madrid la gente ha salido a la calle ondeando banderas para presionar al gobierno. O tal vez a modo de tinta de calamar. 
Las banderas…otra vez esos dichosos trapos atados a un palo. Las banderas también, qué curioso, frente a la pandemia. Las banderas, nuevamente, frente a la ciencia y frente a la razón. Trump y Balsonaro erigidos como gloriosos modelos del buen gobierno. Negacionismo populista castizo y abanderado, como los calzoncillos. “El hombre viste por dentro: “Abanderado”. Décadas de calzoncillos “Abanderado” han dado como fruto un sinfín de abanderados patrios que a golpe de banderazo, como los linieres, tienen respuestas y soluciones para todo. 
—¿Por qué ha levantado usted la bandera? —le preguntaron al linier, tras una polémica decisión.
—Había mucho lío en el área, y la levanté por instinto —respondió el de negro. 
—Pero usted no vio, en concreto, ninguna infracción — insistió el periodista. 
—Si le digo la verdad, no. Pero, entre unos y otros, tenían montado un pollo de mil demonios —reconoció el juez de línea.
Sacar la bandera siempre ayuda. Aporta autoridad y carga de razones al que la enarbola. 
Ya echábamos de menos a los de las banderas en este interminable confinamiento. Pues ¡hala! ya estamos todos.
Haciendo uso de la dialéctica belicista que últimamente se ha puesto tan de moda, les diré: “Cuando se agitan las banderas tiemblan las trincheras”.
Los partidos a ganar su partido y nosotros a seguir padeciendo a golpe de banderazos. A ellos qué más le da… Lo importante es que entremos al trapo.
El viejo spot televisivo de los calzoncillos “Abanderado” decía: “Especialistas en vestir al hombre por dentro” y una voz de panfila, en off, preguntaba: 
—¿Y para nosotras, qué?
—¡Bragas “Princesa”!
La de cosas que nos quedan por ver, y no precisamente en ropa interior. 

8 comentarios:

  1. DE cabo a rabo se equivocan quienes asumen, que después de la pandemia, vamos a salir renovados, a cambiar el mundo, y se están viendo tantas situaciones que llevan al pesimismo, y recordar como en la novela de Lampedusa, "hacer la revolución para que nada cambie". Un abrazo. Carlos

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  2. Las banderas son un recurso muy utilizado últimamente. Mañana rebuscaré en el cajón las mías. Bueno, mañana lo que se dice mañana tampoco, que ahora ya hay mascarillas de trapo.
    Un saludo.

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  3. Se habla tanto de las crónicas y los diarios de la pandemia que ya cualquiera se cree capaz de...}
    En fin, por algo no lo estoy haciendi.

    Saludos,

    J.

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  4. Y yo reeditando entradas antiguas. Original que es uno.
    Saludos.

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  5. Menudo lío tenemos, no quiero ni ver las noticias. Un beso.

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  6. Te leo sonriendo y temblando a la vez pues lo exaltados abanderados y salvapatrías me dan más miedo que el Covid-19, te leo y digo amén.

    Mientras desde nuestra Fase 0,5 "sufro" a la Presidenta de la Comunidad de Madrid haciendo pucheritos porque el Gobierno Central- o izquierdoso-comunista que dicen sus socios, le tiene ojeriza y a admás a los Borjamaris que según me cuentan hacen manifestarse al servicio para hacer más bulto y darle más cancha al virus.

    Y es que hasta la sabiduría, bondad y la empatía tienen límites, pero la estupidez no.

    Un beso

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  7. El confinamiento de la princesa abanderada, buen título.
    ¡Qué majico eres!

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