sábado, 23 de mayo de 2015

Reflexión


Aunque no lo parezca, estoy en casa reflexionando. Hoy es la jornada de reflexión y quiero aprovecharla al máximo para ordenar mis armarios. En España, ya no tendremos otra jornada zen como esta hasta finales de año. Los años de elecciones son, por antonomasia, años reflexivos. Antaño, un elector podía encajar su sufragio entre discursos de amplio espectro, mientras que, ahora, los discursos se circunscriben en saber quién la tiene más larga o saber quién ha robado menos. Ellos son conscientes, desde su inconsciencia, de que nos conformamos con que nos roben poco. Lo importante de todo gobierno es hacer las cosas con mesura, sin grandes alharacas, sin ofuscarse, ni cebarse con nada ni con nadie.
El buen gobierno es aquel, que, como una buena compresa higiénica, ni se mueve, ni se nota, ni traspasa. Lo demás lo hace el mercado; el auténtico gobierno invisible de la sociedad capitalista y neoliberal que rige nuestros designios y hasta nuestra forma de mascar chicle. 
Yo reflexiono en profundidad. Mis inclinaciones electorales se basan más en las cuestiones estéticas que en la profundidad de los discursos nietzschenianos que nos ofrecen nuestros candidatos: qué si este lleva el tinte bien, qué si la coleta del otro, que si aquella otra habla muy bien, que si la otra aquello, o lo de más allá... La política de masas consiste en dominar los pequeños detalles. Por eso, Belén Esteban gana cien veces más que usted, y que yo. 
Mientras la sociedad del bienestar se tambalea nosotros reflexionamos. De la reflexión nace la evolución. La reflexión nos sirve para analizar, corregir, enmendar, cambiar, inventar... Hoy todos estamos en eso. Lo dice la Ley electoral. Mañana, uno de esos escasos días en los que los corderitos se transforman en lobos, veremos qué es lo que pasa. El espectáculo está servido. No me lo pienso perder.

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