viernes, 1 de mayo de 2015

Urnas con flores


Y estrenamos mayo. Pese a lo usado que está, este es un mayo nuevo, renovado, incipiente, luminoso, electoral. Un mayo del trabajo. Un mayo antaño sindical y ahora patronal. Un mayo de derechas. Un mayo de izquierdas. Un mayo para todos. Un mayo sin desmayo. Un mayo, pese a lo que digan, para quitarnos el sayo. Un mayo hermoso, regenerador, triunfal. Un mayo con flores y con frutas. Un mayo de esperanza.
Todo puede, y debería, comenzar en mayo. De hecho, enero debería ser mayo, y mayo debería ser mayo. El año debería ser un mayo de trescientos sesenta y cinco días. Y es que mayo es el mes en el que todo lo deberíamos intentar.
Un buen mes para comenzar retos, para enmendar entuertos, para estrechar manos e inaugurar sonrisas de anuncio publicitario. 
Recuerdo de niño, en el colegio de curas al que mi padre se empeñó en apuntarme, que en mayo celebrábamos el mes de las flores. A cada uno nos asignaban un día para llevar flores a la Virgen. El día que me tocaba a mí mi padre montaba en cólera. Mi padre siempre ha sido bastante dado a las contradicciones. Mayo, por aquella época, era un desfile de ornamento, de olores y colores, y de niños con flores. Rezábamos y cantábamos odas a la Virgen, a golpe de pulmón, en una especie de éxtasis colectivo en el que, de un momento a otro, esperábamos que la Virgen ascendiera hacia los cielos, como una nave espacial, pero eso tan sólo sucedía en nuestra imaginación.
Para las floristerías comienza la temporada alta. También para las peluqueras y los fotógrafos. Comienza la época de mayor confluencia de bodas, bautizos y comuniones. Las reminiscencias de una religión marcando los ritmos de un pueblo edulcorado con flores y sermones grandilocuentes. 
Todos a una como en Fuenteovejuna. Todos a casarse en mayo. Sueños que comienzan en mayo, y pese a lo idílico del suceso, acaban como buenamente pueden. Las más sin flores y sin fotos y casi nunca en mayo. Las menos jugando al parchís en el geriátrico. Ahora sólo se juega al parchís en los geriátricos o cuando alquilamos una casa rural.
Se está poniendo de moda celebrar algo que se ha dado en llamar despedidas de casado. Un evento social con el que lubricar el fracaso y atenuar, de manera patética, la frustración. Mayo no es un buen mes para despedidas. Para despedirse siempre viene mejor un febrero, o un noviembre, que son meses que no pintan mucho pero que están ahí haciendo bulto. Como todo lo que comienza tiene un final, pese a mis buenas intenciones, mayo también es finito.
Así que: aprovechemos, disfrutemos, y votemos en este esplendoroso mes de mayo. Llenemos las urnas con flores de esperanza. Y luego Dios dirá.

2 comentarios:

  1. Madre mía con Mayo si que tiene cosas por hacer y disfrutar, nunca me había parado a pensarlo. Pero es verdad es un mes precioso para intentar nuevos proyectos y nuevas vivencias. Para mi desde hace 4 años ya empezó siendo un mes especial, nació la persona que mas quiero en esta vida (8 de Mayo) sabes a quien me refiero, no?. Pero si Mayo para mi siempre ha sido el mes mas alegre del año..... Un saludo desde CT. Y buen viaje......

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  2. A sabiendas de este relato , yo mismo decidí nacer en este mes hace cuarenta y dos mayos

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