Frente a mi casa las alcaparras ya están en flor. El termómetro superó hoy los 40º y mi hija Yolanda está, por fin, de vacaciones. En otro orden de cosas, la selección española de fútbol se batirá en duelo contra Francia el próximo sábado; la banca española espera, con ansias, el rescate europeo, mientras, mi madre continúa en el hospital.
Más de tres meses y medio hospitalizada y, hoy, todavía nos brindaba su sonrisa. Pero no todos los días sonríe. Hay muchos días en los que las paredes de su box se le vienen encima. Hay muchos días en los que todo lo ve negro, imposible y terminal. Días en los que no cree a nadie y días en los que desea, con todas sus fuerzas, volver a bailar al centro de mayores de La Flota.
Nunca hubiera imaginado la capacidad de resistencia que está demostrando mi madre. Por su fortaleza, nos hemos convertido, sin pretenderlo, en la familia más antigua de cuidados intensivos del Morales Meseguer. Ignoro si darán condecoraciones por esta hazaña tan poco mediática, pero, sin duda, mi madre se la merece.
Los médicos informan lo justo, cada cual con su particular y peculiar estilo. Ahora tenemos que ponernos batas desechables y guantes en todas las visitas. Últimamente come mejor. Todo pasadito por la turmix: pollo con verduras, pescado con arroz, lentejas con verduras, muchos purés de patata, caldo de ave y de postres: yogures y manzanas asadas, conforman los menús que se come, a diario, sin rechistar. A veces lo vomita todo y nos ponemos nerviosos.
Nos sigue contando sus conversaciones con las enfermeras, con las limpiadoras, con los fisioterapeutas y con los médicos, y eso que continúa con su traqueostomía puesta. Para ella, que siempre ha sido de hablar mucho, el hecho de que la mitad de las veces no la entendamos, la saca de quicio.
El verano se le ha venido encima a mi madre, en el hospital, como se le ha venido encima a Rajoy toda la mierda de Bankia, su banco estrella. Hace unos años vendían a Caja Madrid como el gran logro económico y de gestión de la derecha española y ahora es el gran agujero negro que nos va a tragar a todos.
Este verano se anuncia caluroso y movido. Por desgracia, para nosotros, mi madre no podrá ir a la playa a refrescarse. Se anuncian más recortes, más bajadas salariales, privatizaciones de servicios básicos, y hasta está en riesgo la sanidad pública de la que tanto nos quejamos y a la que tanto le debemos.
Mi madre sigue viva por la sanidad pública, con sus virtudes y con sus defectos. Sigue viva y tratada por grandes profesionales que están 24 horas al día al servicio de los ciudadanos. Igual que ahora lucho por mi madre, al pie de su cama desde hace tanto tiempo, lucharé donde haga falta, por defender la sanidad pública y universal para todos los españoles y todos los ciudadanos que viven en nuestro país.
Ojalá nos emocionemos con la roja y esa misma emoción la utilicemos para defender nuestro sistema de salud. Es de lo mejorcito que tenemos en este podrido país.
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