De seguir así me perderé con los números romanos. Lo importante es que no se pierda mi madre del camino que lleva. Hoy me ha tocado el turno de tarde. Mi padre, pese a que tiene la cabeza de aquella manera, está dando el do de pecho y quiere hacer todos los turnos, los nuestros y los suyos. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Durante la siesta me he acomodado en el sillón poniendo los pies sobre la cama, situación que ha aprovechado mi madre para acariciarme los pies. Mientras me masajeaba me ha contado historias de su infancia: como cuando su padre, durante la siesta, descubrió a dos niños comiendo higos en lo alto de la higuera que había en la puerta de su barraca, y, en lugar de llamarles la atención, les solicitó que comieran lo que quisieran pero que llevaran cuidado de no romper ninguna rama.
La señora que acompaña a la vecina de la cama de al lado, ayer habló con mi sobrina y esta le dijo que estaba loca porque su abuela -mi madre- se pusiera buena para que le hiciera croquetas. Por eso, esta tarde, la señora viendo a mi madre muy dispuesta le ha preguntado por la receta de las croquetas:
Es muy fácil -le ha respondido. Yo las hago de merluza o de pollo. Si las haces de pollo y es poca cantidad con un caparazón de pollo puede ser suficiente y encima no cuesta casi nada.
-Cueces el caparazón y guardas el caldo de la cocción.
-En una sartén con bastante aceite de oliva, freímos abundante cebolla.
-Cuando esta doradita añadimos la carne bien desmenuzada.
-Después añadimos el caldo del pollo.
-Una vez hierve todo, comenzamos a añadir harina y damos vueltas y vueltas para formar una masa, intentado que no se pegue.
-Una vez tenemos la masa, preparamos un platito con pan rayado y otro con uno o dos huevos batidos.
-Hacemos bolitas con las manos y las alargamos un poco.
-Las pasamos primero por el huevo y después por el pan rayado.
-Las freímos a fuego fuerte con cuidado que no se nos quemen.
Evidentemente todo ello con el toque preciso de sal, pimienta y nuez moscada.
Después de las recetas de cocina hemos realizado una sesión de cantoterapia. Mi madre tenía ganas de cantar y que le cantara. Dicho y hecho. Me he puesto a cantarle varias canciones y he tenido que cerrar la puerta de la habitación porque la gente se amontonaba en el pasillo contemplando el improvisado espectáculo y obstaculizaban el paso.
Así vamos pasando los días. Al mal tiempo, buena cara.
Cuando el español canta....
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