Esta tarde mi madre no para de hablar. Eso es buena señal. Una vez estaba ahogándose en la piscina de Archena y el socorrista que la sacó dijo que la encontró hablando debajo del agua. Así es mi madre.
Me habla de cuando yo tenía un añito. Lavaba mis pañales -ella les llama los trapos- en la acequia que pasa por La Raya, una pedanía de Murcia en la que mis padres, por aquella época, regentaban el casino. Mi padre se daba el piro en la moto y allí se quedaba mi madre despachando cervezas conmigo en los brazos. Quizás por eso yo tengo alergia a la cerveza, pero no la extraño. Antes bebía Coca-Cola a tutiplén, pero ahora, durante las comidas, bebo más vino y, últimamente, sidra con hielo picado que en verano es una delicia. Deberían probarla. Sin embargo mi madre es más de cerveza.
La señora que tenemos ahora en la cama de al lado hace seis años que perdió el habla. Se pasa la vida de hospital en hospital, si es que a eso que tiene la pobre mujer le podemos llamar vida. Se la pasa gimiendo todo el día y toda la noche. Dice mi madre que ella no quisiera verse nunca así.
Los médicos nos echan del hospital. Nos han avisado de que el lunes nos van a dar el alta. Quizás sea lo mejor. Mi madre y los antibióticos han hecho tanta amistad que ya ni le hacen efecto. La confianza mata. Por ello, los médicos nos dicen que la saquemos de aquí cuanto antes. Los virus corren por los pasillos a la misma velocidad que se dispara nuestra prima de riesgo.
Los días de hospital, en principio, están llegando a su fin. Me da vértigo mirar hacia atrás, y no las tengo todas conmigo si miro hacia delante.
Para que haga un poco de ejercicio, con ayuda del hijo de la señora de la cama de al lado, hemos levantado a mi madre del sillón y la hemos ayudado a andar un poquito por el pasillo. Poca cosa, aunque menos da un piedra.
El enfermero, tras pincharle en el dedo, nos ha dicho que tiene 217, mientras la prima de riesgo española estaba a 617. La prima ha ganado a mi madre por 400 puntos. Si mi madre tuviera eso de azúcar no la salvaba ni Batman, aunque Batman tampoco salvó ayer a los doce espectadores que se cargaron en EE.UU el día de su estreno. Iba a ir al cine pero estoy por no ir.
Para que haga un poco de ejercicio, con ayuda del hijo de la señora de la cama de al lado, hemos levantado a mi madre del sillón y la hemos ayudado a andar un poquito por el pasillo. Poca cosa, aunque menos da un piedra.
El enfermero, tras pincharle en el dedo, nos ha dicho que tiene 217, mientras la prima de riesgo española estaba a 617. La prima ha ganado a mi madre por 400 puntos. Si mi madre tuviera eso de azúcar no la salvaba ni Batman, aunque Batman tampoco salvó ayer a los doce espectadores que se cargaron en EE.UU el día de su estreno. Iba a ir al cine pero estoy por no ir.
Definitivamente no hay mejor clinica que la casa, ahi en dond estan todas aquellas cosas que nos producen un dulce apego a la vida, de seguro Jose una vez en Casa ella querra mejorarse en un dos por tres.
ResponderEliminarSin duda la casa es el mejor sitio para estar bien, que linda señora un gran ejemplo de vida.
ResponderEliminar