martes, 15 de julio de 2025
Un nuevo despertar
Cuando despierto -algo ya de por si maravilloso-, y pienso en todo lo que tengo por hacer, me siento afortunado. Pienso, también -soy mucho de pensar- en todas esas personas que no tienen nada que hacer -y en lo jodido que debe de ser-, ya sea porque no tienen trabajo o no tienen fuerzas para afrontar ni un día más con normalidad. Pienso en lo afortunado que soy de tener cada mañana la oportunidad de apoyar a los demás, de volver a sentirme útil, de provocar sonrisas y afectos, y sinergias que nos ayuden a sentirnos mejor y más capaces que ayer. Pienso en la vida como algo grandioso en la que cada uno tenemos la libertad para decidir cómo afrontarla. Elegimos el camino, la compañía, la dirección, el ritmo, la intensidad, y los motivos. Todos partimos desde puntos muy distintos. Las facilidades y las dificultades no son equitativas, por lo que el camino de la felicidad, por desgracia, no es igual para todos, ni tiene una receta mágica. Cuando voy de camino al trabajo observo la grandeza de los que se han levantado antes que yo. Veo a las cuadrillas en el campo recogiendo limones, o lechugas, o apio, o vete tú a saber...Aquí no hay agua pero las cosechas no paran. Veo sus caras, con rasgos diferentes, abrasadas por el sol, luchando por llevar algo de pan y de futuro a sus hijos. Veo a los barrenderos, a los conductores de autobús, a las mujeres que entran en las fábricas, a los camareros que desde bien temprano despachan cafés y sonrisas y crónicas políticas y deportivas por el mismo precio. Y me veo yo, entre todos ellos, como uno más. Con mis luchas. Con mis sueños y mis contradicciones, pero eternamente agradecido. Mi lucha no sería nada sin la de todos ellos.
lunes, 7 de julio de 2025
Noches tórridas
Salimos cuando baja el sol. El verano, en Murcia, siempre amenaza con derretirnos. A menudo me preguntan si estamos acostumbrados a vivir con estas temperaturas y yo les digo que no, que al infierno no se acostumbra nadie. Tomamos un blanco y negro en una terraza. Ahora, tras la pandemia, hay terrazas por todas partes para beneplácito de los hosteleros y de los mosquitos tigre. Noto la humedad en mi piel. Sudo. Tal vez sea por el efecto del granizado -me digo. Mientras continúa nuestra marcha nocturna pienso que el sudor no lo ha causado el granizado sino los 31 grados que tenemos a las diez y media de la noche en pleno centro de Murcia. Para colmo ando doblado. Mi padre me ha dejado como herencia todos sus achaques. Tengo sobrepeso, pero de eso no tiene culpa mi padre. Unos gatos se pelean como si el futuro del mundo felino estuviera en entredicho. Unos indigentes se refugian en un cajero automático acompañados de un cartón de vino Don Simón. Una rata se asoma por debajo de un contenedor de basuras y se vuelve a esconder, y se vuelve a asomar, como si pretendiera jugar a las escondidas. La luna se deja ver entre los tejados de la Murcia antigua para hacer acto de presencia en este relato. El calor sigue cayendo a plomo. La noche sigue su incontenible marcha. Yo camino doblado como un jorobado a medio hacer. Hace mucho calor. Demasiado calor para los turistas y para los de aquí.
viernes, 4 de julio de 2025
Formas en las nubes
Ahora, en este momento, solo veo una grúa. pero aquel cielo azul de Xubín, cerquita de Ribadavia, estaba plagado de nubes vaporosas que dibujaban formas de lo más sugerentes. Mi hija Yolanda y yo habíamos cruzado todo el país para ver una exposición de escultura en Santiago de Compostela. Por aquel entonces yo buscaba en la inmovilidad de las formas, y el solemne silencio de las esculturas, unos mensajes en clave que pusieran luz a las sombras que me acechaban. A mi exceso de movilidad y de verborrea confrontaba la impenetrable y silenciosa rotundidad de la materia. Yolanda tendría nueve o diez años, la misma edad que ahora tiene su hermana Ana María, y en las fotos ambas podrían confundirse perfectamente. Mi cuñado Josiño, orensano de pro, me había dejado su casa para pernoctar tras tan largo viaje. La tarde comenzaba a rendirse cuando decidimos bajar por un angosto camino que conducía hasta la orilla del río Miño. Sobre unos cantos rodados nos tumbamos Yolanda y yo dándonos la mano. Recuerdo que jugamos a buscar formas entre las nubes, ahora un perro, allí una vaca, por allá una ballena... formas efímeras que no eran otra cosa que esculturas gaseosas que duraban apenas unos segundos y se transformaban en otra cosa o en nada. Después, antes de dormir, cenamos unas anguilas fritas en un viejo bar de Ribadavia. Al terminar, y antes de regresar a Xubín, paseamos por su judería bajo la luz ambarina de las farolas. Nuestras vidas están llenas de momentos mágicos y este, sin duda alguna, para mí, fue uno de ellos.
martes, 24 de junio de 2025
La noche de San Juan
Al saltar aquella hoguera sentí que algo, dentro de mí, cambiaba para siempre. Al principio lo que sentía era temor. Aquellas brasas llameantes me recordaban al infierno del que tanto me hablaban los curas de mi colegio. Saltar era como desafiar a los miedos de la infancia. Y también estaba Elena, la niña de mis ojos, ante la que tenía que demostrar que ya no era un monicaco. Días antes habíamos tenido que ir acumulando maderas en aquel solar abandonado. Maderas que ibamos a buscar fuera de nuestros dominios, lo que, en no pocas ocasiones, nos llevaba a enfrentarnos a palos con otros grupos de adolescentes que también buscaban la forma de presumir de la hoguera más grande de la zona. Nuestra hoguera iba creciendo alimentada por todos los enseres que ibamos vaciando de los trasteros, de lo que nos daban los negocios del barrio, y de lo que encontrabamos en otros solares abandonados. Los dias previos, hasta bien entrada la noche, haciamos guardia para impedir que nos robaran nuestras maderas. Sentados a su alrededor nos comíamos los bocadillos que nos preparaban nuestras madres, o nuestras abuelas, y contábamos chistes o, si nos acompañaban las chicas, jubabamos a la botella. Y no os digo nada de cómo nos sentíamos si les robabamos un beso, o una declaración, o un achuchón, o lo que fuera...
Y llegó la tan esperada noche de San Juan, la noche más larga y emocionante del año. Mis piernas estaban fuertes de tanto jugar al fútbol. El beso de Elena de la noche anterior me había cargado la batería de mi masculinidad. Y salté, salté y sentí que volaba; volé como un ave Fénix sobre aquellas brasas dejando atrás mi infancia y adentrándome en un mundo nuevo. Anoche fue la noche de San Juan; una noche maravillosa cargada de magía y de recuerdos.
viernes, 20 de junio de 2025
Otra entrega más
Nos entregamos. Lo hacemos a diario y sin saberlo. O sabiéndolo, pero nos entregamos. Lo mio es una entrega mesurada y macerada desde hace treinta años. Me entrego a mi oficio y a mis pasiones. Me entrego a los demás por devoción, o por un instinto incontrolable que me define. Nací para entregarme. Padezco de un exceso de empatía que me atormenta y hasta me asusta. Tal vez hasta roce la insensatez. Me siento fuera de contexto. Soy un verso suelto de rima asonante. Un loco sacado de un cuento de otro tiempo. Desubicado. Trasnochado. Cuestionado. Casi descatalogado. Como decía, nos entregamos cada uno a su lucha, a su batalla, a su sueño, a su plato de lentejas, a a su odio irracional, a las tragaperras, al fútbol narcotizante, a la vida fitness, al ozempic, o a las carreras de caracoles. Cualquier cosa nos vale para entregarnos a la vida. La vida que se reinicia cada mañana como una entrega invisible del repartidor de Amazon. Nos llega sin querer y sin pedirlo. Abrimos el paquete sin conocer su contenido mientras apuramos un café y una tostada, o un cruasán, o unos huevos revueltos, y saltamos a la calle como el que se quita avispas del culo. Y de nuevo nos entregamos a la suerte, al destino, al amor, o a odiar a troche y moche que está más de moda. Estoy por comprarme un sillón de influencer, liarla parda y tributar en Andorra. Esta ha sido la entrega de hoy. No es nada del otro mundo, pero les aseguro que para escribirla me he entregado en cuerpo y alma.
jueves, 19 de junio de 2025
Estoico por naturaleza
Ahora que nos quemamos los pies sobre las ascuas candentes del neoliberalismo salvaje me doy cuenta del valor de las propuestas y de los planteamientos estóicos. A veces me veo como Zenón de Citio, o Séneca, en lo alto de un púlpito, pidiendo sosiego y moderación en un mundo en el que todos se dan de palos sin lástima ninguna. Me veo en riesgo de ser quemado en las hogueras que los radicales prenden, día sí y día también, para todo aquel que muestra su rechazo a la dispersión del odio y del caos que determinados líderes están intentando inocular por tierra, mar y aire. La globalización, tal y como presagiaban muchas voces visionarias, ha traido el caos. Caos que necesita más caos, porque el combustible del que se nutre es el propio caos. Estoy preocupado y desconcertado. Escribo temeroso pero, pese a ello, no pienso acallar mi voz ni bloquear mis manos. Escribiré sembrando templaza, sosiego, mesura, respeto, y coherencia. Continuaré escribiendo con coraje dando voz a los necesitados, denunciando injusticias, y defendiendo un mundo justo basado en los Derechos Humanos. Para atrás ni para coger impulso.
miércoles, 11 de junio de 2025
martes, 27 de mayo de 2025
Puzzle vital
La vida es como un puzzle. De 100 piezas, o de 1.000, o de 10.000. O tal vez no. Mejor como un Tetris, en el que cada día nos van lloviendo piezas y tenemos que saber encajarlas. Mi madre jugaba al Tetris. Las piezas de su vida no habían encajado demasiado bien y ella, en su soledad, se consolaba jugando al Tetris. Cada día, el juego sin reglas que es la vida, nos regala nuevas piezas. Piezas de todos los tamaños, formas, y colores para complicar más el juego. Poco a poco uno va dejando de tener ganas de seguir pero, hete aquí el quid de la cuestión, el juego es a muerte. Aunque quieras no se puede dejar de jugar. Las piezas, ya sin encaje posible se van acumulando hasta que nos sepultan. Y después del “Game Over” nos lloran un poco, nos entierran o nos incineran, y seremos un recuerdo pasajero. No merece la pena odiar tanto. Nos guste, o no, este es juego.
lunes, 26 de mayo de 2025
El calzoncillo rosa
Siento la presurización. Su extraño influjo me confiere la mágica capacidad para observar meticulosamente hasta el más mínimo detalle de lo que me rodea en la cabina del avión; y lo que es mejor aún, me facilita la capacidad para escribirlo. GüizzAir, hoy atravieso las nubes en un incómodo vuelo desde Kutaisi hasta Barcelona. El equipo de cabina lleva un uniforme azulón con detalles rosas. Hasta ahí todo normal, pero la pregunta es: ¿por qué llevan los uniformes una o dos tallas más pequeñas? Da un poco de grima verlos porque da la impresión de que, en cualquier momento, los botones van a salir disparados poniendo en peligro la integridad del pasaje. Sobre todo llama sobremanera la atención un azafato. Ese fortachón da más miedo que el portero de una discoteca de un polígono industrial. Imagínense por un momento a un fisicoculturista, hasta arriba de anabolizantes, con un pantalón que parece que le va a explotar, y una camisa que ya no da más de sí, paseándose, pasillo arriba pasillo abajo, como si se tratara de la pasarela de un concurso de musculitos en los que exhiben, sin pudor alguno, sus desmesurados cuerpos, llenos de aceite, y con unos slips diminutos. He mirado su culo, eso sí con disimulo, y me ha dado la impresión de que está más duro que un fin de mes. Una azafata, maquillada a más no poder, y con unas pestañas postizas más grandes que los abanicos de los Locomía, que me recuerda a Afrodita A, amenaza con sus explosivos, y apretados pechos, y parece que en cualquier momento va a gritar aquello de: ¡Pechos fuera!. Un georgiano entrado en años, y en alcohol, pues se ha bebido lo menos cinco o seis botellines de algo que parecía vodka, o quién sabe si queroseno, mira con embeleso los pechos de la azafata como si en su más tierna infancia se hubiera quedado con falta de leche materna.
Mientras les escribía todo lo anterior, que no es mucho, pero es lo que estaba observando, a una señora mayor, con aspecto de ser de Francia, o de Bélgica, o de por ahí, y que no ha parado de hacer crucigramos desde que se puso el cinturón, se le ha caído el boligrafo, justo en el preciso instante en el que el coloso de los cielos pasaba ahí. Y qué quieren que les diga, al agacharse el gachó las costuras del pantalón se han rendido ante el ímpetu conquistador de aquellas magras carnes, y ante los ojos de los sufridos pasajeros que estabamos alrededor, han aparecido unos calzoncillos de color rosa, a juego con los ribetes del uniforme. Todos, como viene siendo habitual en estos casos, nos hemos sonreído, pensando en la exhaustiva uniformidad de la compañia aérea, que, según parece, también obliga a sus empleados a llevar ropa interior corporativa. Dos jóvenes, con acento andaluz, le otorgaban al calzoncillo rosa otro tipo de connotaciones de índole sexual. Sea como fuere, el calzoncillo era rosa y el pantalón se ha rajado porque estaba tardando en rajarse. Lo bueno es que el Sansón de las alturas ha seguido trabajando como si tal cosa, lo que evidencia un fallo clamoroso de los protocolos de vestuario de la citada compañía. Como usurario habitual ruego encarecidamente a la dirección que obligue a llevar un recambio de ropa a cada miembro de la tripulación, o, en su defecto, un costurero con todo lo necesario para hacer remiendos en pleno vuelo. ¡He dicho!
viernes, 23 de mayo de 2025
Despedida de Manolo
Un discurso para el recuerdo:
Aunque aún falta más de un mes para que Manolo de Jodar ponga punto y final a su vida la laboral, hoy nos hemos reunido aquí para brindarle un pequeño homenaje. Parece que fue ayer cuando todas las mañanas, antes de irnos a vender, Manolo, Lorenzo y yo, íbamos a tomarnos un café con un cruasán a la confitería Nicolás, de Beniaján, pero de eso ya han pasado 30 años... Por aquel entonces, ni Manolo, ni Lorenzo ni yo sabíamos realmente lo que nos esperaba. El futuro es caprichoso y hace con todos nosotros lo que le da la gana. Y ese futuro, al que salíamos a hacer frente cada mañana, visita tras visita, pedido tras pedido, reunión tras reunión, fue doblegándose ante el empuje de los tres mosqueteros. De ahí a Alcantarilla, y de Alcantarilla a Alhama. Manolo siempre ha sido un referente ético y estético para todos nosotros. Ético porque en ningún momento ha dejado de aportarnos tranquilidad y equilibrio, entrega y esfuerzo, y constancia, mucha constancia, tanto a su trabajo de asesor como a su función como responsable de equipo. Estético porque siempre ha destacado por su elegancia en el vestir y su elegancia en el trato a todos los que hemos tenido la suerte de trabajar a su lado. Nunca ha sido Manolo uno más de nuestro equipo, Manolo siempre ha sido lo más. Un padre, un maestro, un apoyo, un compañero fiel, amante de su trabajo y de sus clientes. Me siento orgulloso de haber trabajado a tu lado, Manolo. Pese a que, supuestamente, yo he sido tu jefe, en realidad yo nunca he dejado de verte como un compañero más. Y es que si alguien en Tahe merece el calificativo de "COMPAÑERO" ese eres tú.
Las últimas pérdidas que hemos sufrido en la empresa –no hace falta recordarlas–, han sido dolorosas, sin embargo tú serás para todos una ausencia feliz porque sabemos que, para ti, una nueva vida comienza ahora, y creo que todos coincidiremos en que lo tienes bien merecido.
Descansa y disfruta, guerrero. Esta siempre será tu empresa y yo siempre seré tu amigo.
Etiquetas:
Editorial,
Gestión de pequeñas empresas
lunes, 12 de mayo de 2025
Respetar es construir
No cejo en mi empeño. En mi humilde trinchera frente al odio y la manipulación no hay descanso ni desfallecimiento posible. Frente a la moda de odiar, insultar, agredir, intransigir, criminializar, banalizar, ridiculizar. Frente a los memes que, a modo de mancha de aceite, lo ensucian todo sin que nos demos cuenta. Frente a los bulos de los negacionistas, los confusionistas, los radicales, y los extremismos más variados solo existe un arma válida, un arma que los desarma: el respeto. El respeto frente a los que no respetan las líneas rojas que la sociedad ha ido forjando para protegerse de los autoritarismos, empezando por los derechos humanos, y terminando por la protección del planeta en el que habitamos y del que dependemos todos. Incluso los hijos de esos odiadores que prenteden derribar esos derechos y dar carta blanca a los que pretenden explotar los recuerdos naturales del planeta obedeciendo exclusivamente a las demandas de los mercados y de sus lugartenientes las grandes empresas transnacionales. Todas las discrepacias se pueden afrontar y confrontar desde el respeto, pero no desde el odio, y la agresión. Cuando se falta al respeto, cuando nos perdemos el respeto, todo comienza a destruirse. Las sociedades democráticas se construyen respetando, no odiando. Parece mentira que no hayamos aprendido de la historia, y, peor aún, que no seamos conscientes de todo lo que está pasando a nuestro alrededor.
martes, 6 de mayo de 2025
Entrada silente
Siempre lo nuevo. Siempre más. El blog exige, inmisericorde, una entrada más. Me obliga a escribir sobre un teclado que emite un sonido que me relaja. La escritura, en mayor o menor medida, tiene sonido. El silencio es la ausencia de sonido. Me encanta ese sonido insonoro que identifico en algunos lugares. A veces, entre el ruido de la multitud de un aeropuerto cualquiera, repleto de gente estresada y a la carrera, consigo escucharlo. Identifico al silencio como primo hermano de la página en blanco. Una base etérea sobre la que construir cualquier cosa frente al dominio absoluto de la nada que lo exige todo. Adoro el silencio. Pienso, mientras escribo aporreando unas teclas en mi viejo teclado "Lenovo", que el silencio es la banda sonora de la eternidad. El silencio es paciente, nos espera, sin ninguna prisa, a sabiendas de que tiene todas las de ganar.
miércoles, 30 de abril de 2025
El futbolista que fui
Llegué el balompié de manera solidaria. En el colegio, los duros y malotes formaban el temido equipo de los recreos. Si jugabas medio bien te aceptaban en el grupo y si eras un tuercebotas te quedabas fuera. Eran, o pretendian ser, la élite de los machos alfa, de los que mandan porque sí. Yo renunciaba a pertecer a semejante club y jugaba en el equipo de los torpes, los gorditos, los gafotas y los amanerados. Es decir, de los que no cuadraban con los duros del colegio. Pero, claro, había una diferencia, yo sí sabía jugar, y pelear, y correr más que ellos que, en muchos casos, con trece o catorce años, no paraban de fumar, y no solo tabaco... Así fue como comencé a destacar con el balón. De jugar en el equipo del colegio, pasé a jugar en el equipo del barrio. Del equipo del barrio a la tercera división. Y de ahí,tras aburrirme, a tomar viento fresco. Nunca me centré en el fútbol porque en el fondo, había algo de todo ese mundo que no me cuadraba. De hecho, a día de hoy, pese a que disfruto viendo un buen partido de fútbol, no me siento identificado con ningún club. Creo que el fútbol, como tantas otras cosas en la vida, está sobredimensionado. Simplemente es un negocio. Un negocio repleto de claroscuros.
lunes, 28 de abril de 2025
La culpa
Cuando Franqui Tom se quiso dar cuenta ya era demasiado tarde. Ella se había marchado con su entrenador personal a un viaje por el Amazonas y de ella tan solo le quedaron unas fotos y una nota de despedida en el aparador. Bueno, y un tanga y un calcetín desparejado que se habían quedado escondidos en el tambor de la lavadora. En realidad él ya se imaginaba que la cosa no iba bien. Primero desaparecieron los besos. Luego se esfumaron los detalles. Últimamente la casa siempre estaba vacía y fría. Se sucedieron fines de semana de ausencias más o menos justificadas. Follar no se follaba y, si se hacía, el acto parecía más un ejercicio de cardio que una muestra de amor apasionado.
En principio Franqui se sintió culpable. A los días frustrado. Luego esa sensación viró hacia el resentimiento. Después al odio. Y necesariamente aquel carrusel de emociones acabó en el diván de un terapeuta con acento argentino que era uruguayo. De ahí al Tinder por prescripción facultativa. Al poco se sucedieron las citas. Se apuntó al gimnasio. Un barbero premiado en cientos de eventos de la cosa de los pelos lo cambio de imagen. Al parecer, la barba afilada le confería un toque de tipo duro que gustaba. Empezó Franqui a pisar fuerte, a sentirse capaz, incluso mucho más de lo que antes se sentía cuando vivía con Bania. En menos de tres meses Franqui le había dado la vuelta a su derrota para convertirse en ganador.
Lo peor fue la moto. En realidad a él nunca le habían gustado las motos, y menos las de gran cilindrada, pero resultó que el triunfador de su gimnasio llevaba una como la que Franqui, para no ser menos, se acabó comprando. Fue su última compra. Un quitamiedos le quitó la vida una semana justo después de estrenarla. A su entierro, junto a su madre, y los escasos familiares con los que mantenía cierta relación, acudió Bania. Su entrenador personal era un imbécil. El viaje por el Amazonas y los meses que les siguieron fueron una absurda y dolorosa pérdida de tiempo. Bania, abrazada a la madre de Franqui, le reconoció: -Yo tengo la culpa, Marisa. Yo tengo la culpa de todo este desastre, de no haberlo abandonado estoy segura de que nada de esto hubiera ocurrido. -¿Y por qué lo hiciste, Bania? ¿Por qué? -le increpó la madre con los ojos llenos de lágrimas...
Y Bania no le respondió, porque, en realidad, no sabía la respuesta.
lunes, 21 de abril de 2025
El cuento del dromedario y la tortuga
Una tortuga muy dicharachera y testaruda retó a un tranquilo y enorme dromedario que pasaba por allí.
-¿Te apuestas tres lechugas romanas a que paso más tiempo que tú sin beber agua, grandullón?
El dromedario, eufórico por lo fácil que, a priori, le parecía la apuesta, aceptó.
Ese día, como todos los anteriores, el sol caía por castigo. Las temperaturas rondaban los cincuenta grados y ni tan siquiera a la sombra se podía vivir. Y pasó un día, y otro, y otro, y ambos renunciaron a beber agua para no perder la apuesta.
A la hora de la siesta del quinto día, cuando el sol castigaba con más ahínco, el dromedario miró hacia el bebedero que rebosaba de agua fresca y, sin poder remediarlo, metió dentro el hocico -que ya estaba más reseco que una boñiga al sol- y se lo bebío todo sin pestañear.
La tortuga que, con un ojo abierto, había visto como el dromedario daba por perdida su apuesta, exclamó: -¡He ganado, grandullón! me debes tres lechugas.
-Tienes razón tortuga, iré al DesierDona y te las compraré...
-¡Qué sean romanas, que son más grandes y más sabrosas, que las de corazón no me gustan, parecen de plástico...-le exigió la tortuga, que parecía saber tanto de agricultura como de ganar apuestas.
-Así lo haré -dijo resignado el dromedario.
-Pero escucha, para, te propongo otro reto...
-A ver, dime -exclamó el grandullón.
-Si me dices qué has aprendido del primer reto te perdonaré las tres lechugas -le planteó el pequeño reptil.
-Pues he aprendido que no hay que prejuzgar a nadie por su apariencia. En verdad, te creí pequeña y débil y me he dado cuenta de que estaba equivocado. La verdad, casi muero de sed por despreciar tus capacidades -reconoció.
Y así fue como la tortuga le perdonó las tres ricas lechugas romanas al viejo dromedario. Dicen los turistas que visitan las proximidades del oasis de Tozeur que, con frecuencia, se ve pasear a un viejo dromedario junto a una tortuga, como si fueran amigos de toda la vida. -¡Parecen inseparables- exclaman sorprendidos los visitantes ante tan simpática y atípica pareja.
miércoles, 16 de abril de 2025
Prohibido sentarse
La silla desestructurada, amorfa, imposible, de tortura. La silla eléctrica, la silla de montar, el Cerro de la Silla. El que fue a Melilla perdió su silla -decíamos de niños, cuando robábamos la silla a algún compañero que se había ausentado. Hay sillas incómodas, poltronas de gerifalte, silletas de playa, sillas de director, de confidente, de cocina, de madera, de forja. Sillas de influencer, sillas apilables, sillas de plástico blanco que se ennegrecen a los dos días. Sillas de mimbre, de enea. Sillas ergonómicas. Sillas en las que está prohibido sentarse porque pertenecen a un culo augusto e inviolable. La famosa silla "Serie 7" la más vendida de la historia de la silla. Y, por último, está esta silla loca, en la que por la autoridad que me confiere mi propia persona, y mi propia constitución, he prohibido terminantemente que nadie se siente. En mi silla mando yo, faltaría más...
miércoles, 26 de marzo de 2025
Sin sombrero
Me quedé sin sombrero como me quedé sin abuela. La jornada de motivación, por el Barranco de la Regidora, entre Bullas y Cehegín, me sirvió para poner a prueba mi nuevo curso de motivación. El día, tras tres semanas de intensas lluvias, ameneció luminoso. Mis compañeros siempre vienen inquietos a mis formaciones. Nunca saben lo que se pueden encontrar, ni dónde serán. Siempre juego en el bucle psicólogico que va desde la incertidumbre a la expectativa. Lo importante es convivir. Hablar de nuestras cosas. Abordar la complejidad desde la facilidad. Hacer equipo. Relativizar los problemas. Aportar valor. Disfrutar cada mínuto de nuestro trabajo. Les digo, no sé si me entenderán, que somos afortunados por tener el trabajo que tenemos, por tener el reconocimiento de nuestros clientes, y por tener la oportunidad de seguir creciendo cada día como personas. Me quedé sin sombrero, es verdad, pero feliz. Muy feliz.
lunes, 24 de marzo de 2025
Palabras primaverales
La primavera ha venido. Siempre acude a la cita. Me avisan los abejarucos con su inconfundible canto. También los renacuajos de sapo en las charcas, fruto de tres semanas de lluvias ininterrumpidas. Esta privamera se espera intensa, cargada de humedad y de vida. Una primavera que reivindica el cese de todas las guerras y de todas las injusticias, pero que, a buen seguro, y como siempre, nadie hará caso. El romanticismo de la primeravera inspira a los poetas pero no supone nada para los odiadores. La gente que odia no entiende de cambios de estación, ni de las coreografías de los abejarucos en el cielo, ni de renacuajos de batracios, ni de buenos deseos. Pese a todo, para mí, la llegada de la primavera es algo muy especial. Festejo cada primavera como una oportunidad para seguir mejorando, para hacer cosas nuevas, para escribir otro libro, para plantar otro árbol, para ayudar a más y más personas en todo aquello que este en mi mano. Pese a los que odian, a los que matan, pese a los que miran para otro lado, ha llegado la primavera. Tras las bombas, tras las muertes inocentes, tras los locos trasnochados que dominan el mundo, siempre surgirá una nueva y luminosa primavera. Y habrá poesías, y flores, y alegrías.
viernes, 21 de marzo de 2025
La prisa
La prisa me muerde el culo. Como un perro de presa. Como un tren que amenaza con marcharse mientras corres hacia él por un andén atestado de viajeros. Como un novio el día de su estreno carnal. Siempre tengo algo pendiente: una reunión, una videollamada, cien correos electrónicos, la planificación de mi próximo viaje de trabajo a Uzbekistán, alguna entrevista, algún curso de motivación a medio terminar y que urge para la semana que viene. Siempre tengo prisa pero voy despacio. La prisa ya no me apremia, ni me irrita, ni me incomoda. La prisa es una sombra benóvola con la que converso sobre Kant, o sobre el próximo Barsa-Madrid, o sobre como afecta la gripe aviar a las exiguas poblaciones de ornitorrinco. La prisa me da risa, lo reconozco. La prisa mató a Marisa. Bueno, corto el rollo que llevo prisa.
jueves, 20 de marzo de 2025
Vacuna contra el odio
¿Adónde nos quieren conducir con tanto odio?
¿Por qué tanto empeño por enfrentarnos? Solo tengo preguntas y más preguntas, pero una única e inquebrantable decisión: conmigo que no cuenten.
jueves, 6 de marzo de 2025
Dibujo sin vergüenza
Como no me avergüenzo de no saber dibujar, tampoco me avergüenzo de mis dibujos viejunos. "Quién tiene vergüenza, ni come ni almuerza" -decía mi madre. Yo soy mucho de comer y de almorzar, también de merendar y de cenar, pero sobre todo de desayunar. En ocasiones he comentado que podría sustituir el resto de las comidas del día por desayunos. Soy goloso, en grado sumo, y no me avergüenzo de ello. Este dibujo amorfo probablemente lo hice sin desayunar en un ayuno voluntario en un momento de desasosiego identitario. Surgió en femenino, sin brazos, un tanto cabezona, como mi vecino de la infancia, uno que se comía, sin vergüenza ninguna, unas barras de cuarto rellenas de chorizo Revilla que eran la envidia de todo el barrio. Esa dama amorfa, que mira con embeleso a un horizonte que nunca alcanzará, forma parte de mi obsesiva y compulsiva manera de liberar tensiones. Dibujo y hago collages como terapia, y para comer menos dulces desde hace más de treinta años. Mientras dibujo, corto, y pego, no como, aunque, todo hay que decirlo, al recordar a mi vecino el "Cabezabuque" me han entrado unas ganas enormes de zamparme un bocadillo de chorizo Revilla. Bueno, mejor hago otro dibujo...
lunes, 24 de febrero de 2025
Motosierras
Según un estudio de mercado realizado por la prestigiosa universidad de Chinchinati, durante los últimos seis meses, la venta de motosierras ha aumentado en el mundo un 350%. ¡Ave María purísima! Síganme para más noticias...
jueves, 20 de febrero de 2025
Héroes anónimos
Estos animalitos de madera, tallados y pintados a mano, están hechos por un artesano guatemalteco. Cada vez que los miro no puedo dejar de imaginarme a ese artesano, a ese taller, a ese pequeño pueblo, y a ese mágico entorno capaz de subsistir, a duras penas, al envite de la globalización, a los juguetes chinos, al loco de X, y a todo lo que se les acerca para que dejen de ser ellos, para que sean otra cosa, coman hamburguesas, vistan de otra forma, y piensen al estilo de Wall Street. El artesano que hizo estos animales tal vez sea un héroe y él no lo sepa.
miércoles, 12 de febrero de 2025
30 años vendiendo champú
Como decía mi madre que tengo mucha suerte, siempre regreso. Regreso de Guatemala y Honduras, vía El Salvador, tras una semana de intenso trabajo comercial y educativo con nuestros distribuidores y clientes. Acercarse a la realidad de cada mercado, convivir con los clientes, con los vendedores, y con los distribuidores, me aporta la información necesaria para poder actuar y colaborar de una manera más eficiente y personalizada. No hay dos mercados iguales, aunque todos se parezcan. No existen recetas mágicas ni soluciones fáciles. Hasta lo aparentemente más sencillo tiene su complejidad. Tengo claro que, en la mayoría de las ocasiones, el tamaño del esfuerzo refleja el tamaño de los resultados. Ayudar a alguien que se esfuerza y tiene ambición por crecer, y por mejorar, es mucho más sencillo y gratificante que intentar ayudar a alguien que no tiene claridad ni convencimiento en sus objetivos. Yo he venido, como siempre hago desde hace casi treinta años, a aportar mi visión del trabajo. A buscar la facilidad desde la comprensión de nuestro sector. A enseñar a nuestros clientes a desarrollarse. A que los vendedores entiendan su auténtica potencialidad no limitándose únicamente a vender sino a ejercer como asesores en la mejora de todos y cada uno de los clientes que conforman su ruta. Nunca he visto a los negocios de nuestros clientes como un lugar para ir a recoger, sino como un lugar a donde ir a construir un futuro mejor para ambas partes. Los clientes, más allá necesitar productos, que cualquiera les puede ofrecer, necesita apoyos y asesoramiento para ver el futuro con más confianza, seguridad, y rentabilidad. He viajado para compartir mi visión de una actividad milenaria como es el comercio, con una mirada renovada y actual, basada en la colaboración, para generar un crecimiento mutuo ordenado y sin asumir riesgos innecesarios. Una relación basada en la colaboración, el respeto, y la empatía. Esto es en lo que yo creo. Y esta visión renovadora y comprometida es la que me ha traído hasta aquí. Treinta años, se dice pronto...¿Quién me lo iba a decir? Treinta años buscando soluciones y vendiendo champú.
jueves, 6 de febrero de 2025
Segunda oportunidad
Cuando Bernardo Cienfuegos se dio cuenta de lo que había perdido ya era tarde. Atrás había dejado a su familia. Atrás había dejado a su negocio, que había traspasado por cuatro chavos. Y atrás había dejado un reguero de deudas. Y todo para irse a Cuba en busca de su propia revolución:¡pero hormonal! Y de Cuba regresó...vaya que si regresó; pero con una mano delante y otra detrás. En La Habana se dejó todo el efectivo y todo lo afectivo. Todo había sido un engaño. Ni Yuleisy era soltera, ni profesora de música, ni buscaba amor eterno. Yuleisy buscaba visa para un sueño, pero cuando vio que no había mucho más que rascar, de lo que ya había conseguido, se le acabó el amor. Pero no el que sentía por su marido, que se había marchado a Miami en busca de un mundo mejor, y, que a la postre, y pese a ser maestro, le había regalado una plaza de barrendero de turno de noche.
Bernardo Cienfuegos regresó del Caribe con el fuego tan agotado como su cartera. Llamó a la puerta de la que fuera su casa dos años atrás pero allí ahora vivía una familia ucraniana que había llegado a San Cosme del Robledal huyendo de la guerra. Preguntó a María, una vecina de toda la vida que vivía enfrente, y esta le informó de que su esposa y su hijo se habían marchado a vivir a Barcelona, pero que no sabía nada más. Por otra vecina, amiga de la infancia de su exmujer, se enteró de que Julián, el novio al que Marisa había dejado por él, le había ofrecido trabajo a ella y a su hijo Eduardo, en un restaurante de la Ciudad Condal del que era propietario.
Tras su marcha, todo se había transformado. Ya nada era igual. De hecho, no quedaba nada de su vida anterior y él era el único responsable. Fue a buscar a su hermano Gerardo, al que debía dinero, y este ni le abrió la puerta. Sin un trozo de pan que llevarse a la boca, y con un viejo macuto cargado de una ropa, tan sucia como su conciencia, a modo de almohada, se quedó dormido en un parque.
Una pareja de la policía local lo despertó.
-Oiga, buen hombre, aquí no se puede estar así, esto es un espacio público y hay niños. Levantesé y vayasé a otro lugar -le espetó el policía de más edad.
-¿Y qué otro lugar me sugiere, agente, si estoy en la calle y sin un duro? -le respondió.
-¿Eres Bernardo? -le preguntó sorprendido el más joven de la patrulla.
-¡Cienfuegos! Bernardo Cienfuegos, o lo que queda de él...
-¡Ostías, tío! Con esas pintas y con esa barba cualquiera te conoce...-¿Y qué tal por Cuba?-le cuestionó con cierto tono de sorna.
-Me equivoqué, tío. Me volví loco por esa mulata, y todo era mentira. ¡Lo he perdido todo! Y Bernardo rompió a llorar como un niño.
-¿No tiene adónde ir? -le preguntó el policía de más edad.
-Ni dinero, ni casa, ni familia. No tengo nada.
-¿Te importaría dormir en la cochiquera de mi cuñado? le han entrado a robar varias veces y está buscando alquien para que cuide la granja por las noches -le planteó.
-¿Me estás hablando en serio? -le preguntó Bernardo, emocionado.
-Como que me llamo Paco y llevo treinta años en la policía -le respondió.
-Pues claro que quiero ese trabajo. Si hay una cama y comida acepto.
Y así fue como, por un golpe de suerte de esos que a veces nos regala la vida, Bernardo Cienfuegos tuvo una segunda oportunidad. Aunque, todo hay que decirlo, se oyen rumores de que anda ahorrando para irse a la República Dominicana.
lunes, 3 de febrero de 2025
La diferencia
Qué quieren que les diga: como se escribe en las presurizadas tripas de un Airbus A300-200, sobrevolando el océano Atlántico rumbo a Centroámerica, no se escribe en ningún sitio. Y eso a pesar de la muchedumbre que, a mi alrededor, intenta distorsionar y confundir mis ínfulas literarias con sus idas y venidas, con sus voces, con sus melódicos ronquidos, o con el embriagador olor de sus pies. Krzystof viene conmigo; o más bien podría decir que lo he sacado a la fuerza de su helada Varsovia para acercarlo, por unos días, a una nueva dimensión. Allí, en el aeropuerto de Ciudad de Guatemala nos estará esperando Carlos, cubano mexicanizado y con pasaporte español, que, por cuestiones profesionales, que no vienen al caso, hace días que goza de un nuevo estatus, o, metafóricamente hablando, inicia su andadura vital en una nueva dimensión. Este viejo viajero que les escribe, que pronto será abuelo, vivirá una semana en la dimensión de los grandes viajes, que es una dimensión que inauguré hace veinticinco años y que me ha llevado a viajar por todo el mundo vendiendo champú, para no ser menos que el mítico comerciante italiano Marco Polo. En todo viaje grupal hay muchos viajes. De hecho, cada uno de nosotros tres viajará a su yo interior de la mano de lo exterior, en el que cada paisaje, cada paisano, cada comida, cada sonido, o cada experiencia, será tamizada e interpretada en base a la cultura y la visión del mundo que nos moldea. Y ese molde, cargado de prejuicios que nos atenazan sin que nos demos cuenta, se rompe en mil pedazos cuando nos lanzamos al vacío -que suele estar lleno de todo lo que desconocemos- y observamos el mundo que se abre ante nosotros con los ojos del corazón. Y es entonces, en esa especie de epifanía, cuando comenzamos a entender el infinito valor de lo diferente. Lo diferente, le pese a quién le pese, es la gran dimensión. La diferencia, para mí que no soy nadie, lo es todo.
miércoles, 15 de enero de 2025
El juego de la vida
La vida es un juego muy serio, aunque a veces no lo parezca. Hay gente que a la mínima dificultad se enroca. Otros, no pocos, que van de farol. Fanfarrones que se comen una y cuentan veinte. Aficionados de por vida al escondite o al corre corre que te pillo. Ricachones aburridos obsesionados con el Monopoly. Sabios frustrados por perder al Trivial. Parejas que se casan de penalti. Gente que nada sin guardar la ropa. Pacientes impacientes que juegan a los médicos. En fin, como creo que dijo un primo segundo de Calderón: "la vida es un juego y los juegos, juegos son".
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