domingo, 8 de julio de 2012

¡Malditos mercados!


Cuando mejor estábamos: ¡cataplof! Nos han dado un golpe en la cabeza que aún andamos aturdidos buscando la dirección de vuelta a casa. Pero la dirección a cambiado. El número ocho de la avenida de la comodidad se ha borrado del mapa, se ha evaporado entre nubes de grandeza de mentirijilla y bancos de cartón piedra, como los famosos tanques de Sadam Hussein.
A él lo bombardearon con bombas de racimo y a nosotros, por ir de farol, nos están bombardeando los mercados.¡Malditos mercados! Eso sí que es una guerra moderna y quirúrgica, lo demás son tonterías. Estos de los mercados son más finos que el propio Bin Laden aunque yo, puestos a elegir, prefiero a Mister Bean, que va de tonto pero de tonto no tiene un pelo.
El falsete domina el parqué. Los banqueros son expertos jugadores de mus: aguantan el rictus, se miran a los ojos, aprietan el culo, se golpean las espinillas por dejado de la mesa y dan conferencias con trajes de Armani a razón de 60.000 euros la hora más dietas.
A dieta los iba a poner yo. He pensado que podría ser muy buena opción ir sustituyendo a los pobres desgraciados de Guantánamo por banqueros, más que nada para que a los gringos les cuadren mejor los balances de amortización de su prisión caribeña, a caballo entre el paleolítico del comunismo castrista y el limbo legal internacional. 
Desde luego el golpe nos tiene aturdidos, sedados y bloqueados. La gente no reacciona y si reacciona es tachada de reaccionaria. El control es absoluto. Vivimos una democracia de cartón piedra, donde el liberalismo significa comunismo y el comunismo es una farsa a lo Monty Python.
Siempre se a dicho: Si debes mil euros eres un moroso y te embargan hasta los empastes, pero si debes miles de millones de euros eres todo un señor, banquero o un político de postín, y puedes dar giras mundiales como conferenciante y salir, a diario, en el papel couche. 
Tanta apariencia y tanta opulencia nos está jodiendo vivos. Morimos de gordos o nos suicidamos con un tiro en la sien. Nos estrellamos a doscientos por hora en autopistas de peaje ruinosas, mientras agonizamos en la cuneta porque la ambulancia esta averiada por culpa de los recortes sanitarios.
Echo en falta cine de humor en esta crisis y eso me da mala vibra. Las crisis necesitan del humor tanto como los curas los credos. El efecto de La Roja se ha desvanecido ipso facto y volvemos a ser los mismos arruinados de siempre con apariencia de nuevos ricos e incultos a más no poder.
Quizás los humoristas no actúan porque se han visto superados por la propia realidad.
Lo que a cambiado el cuento en cuatro años. No nos queda ni la opción de echarnos al monte porque está ardiendo.
¡Malditos mercados!

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