Todo está en silencio. Esta mañana, los tres perros del vecino, piadosamente, no ladran. Murakami, otro año más, se quedó sin Nobel de Literatura, como yo me quedé sin madre, y sin abuela, y sin ser agente forestal. Los mirlos se erigen como usurpadores de la calma matinal con unos silbidos desaforados, como de extrema derecha. El hombre del tiempo se ha vuelto a equivocar, ni gota de lluvia por estos andurriales. Aquí llueve menos que en Sahara.
Cuando estuve en el Sahara el sonido, o más bien la ausencia de sonido, era más o menos como la que siento ahora en este momento que les escribo sin orden ni concierto.
El último concierto al que asistí fue en el pasado mes de julio. Fuimos a ver a Juan Luis Guerra. El cantante dominicano conectó con el público como se conecta con Dios: a través de los sentimientos. Con Juan Luis Guerra se mueven los culos y se llora al mismo tiempo. Y después te inunda la calma. El sosiego. La emoción. La dicha.
Yo estoy emocionado en este sosiego matutino. Mis tres mujeres duermen y yo, mientras escribo, siento la emoción, y el orgullo, de su descanso. Los mirlos corretean por el patio como un ejército en maniobras. Acabo de regar mis cuatro matas. El limonero que planté cuando murió mi abuela está de nuevo en flor. El desayuno ha sido plácido. El silencio sigue ganando minutos a las primeras luces del alba.
Yolanda, mi hija mayor, ya se asoma. Todo adquiere vida. La vida tiene sonidos y movimientos. Mi hija tiene veinte maravillosos años. Desde que nació su hermana no ha dejado de ayudarnos en esta aventura maravillosa de ser padres. Estos días de convivencia ya nunca se olvidarán. Hoy, ella regresará a su rutina, le espera su casa, y su madre, y su perro, y su historia, y su futuro. Y nosotros estaremos aquí, con su otra vida, su otra habitación, su hermanita pequeña, su segunda casa, su dualidad mal entendida. Y ya son veinte años... Yolanda tiene veinte maravillosos años, y su hermana Ana María, apenas si acaba de nacer. Todo vuelve a empezar. Todo cambia de forma a nuestro alrededor. Vida.
Efectivamente todo cambia en segundos, minutos, horas. Qué bonito e interesante cambiar, siempre se aprende en esos cambios y mucho..abrazos
ResponderEliminarme gusta la manera en que refieres a tus mujeres,incluyendo que te quedaste sin madre y sin abuela,no se como se entienda eso por allá pero por acá! mejor no te digo! un mundo femenino te rodea! eso es genial.
ResponderEliminarPepe, el volver a ser padre te ha puesto mas poético y mas tierno. Eso es bueno
ResponderEliminarSomos como reza el cuento de la energía, LA ENERGIA NO DESAPARECE SOLO SE TRANSFORMA.
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