lunes, 26 de marzo de 2012

Días de hospital IV



Hoy escribo con los ojos más lubricados que de costumbre. Mi madre, después de doce días ingresada en el hospital, va a peor. Ha pasado una noche de perros. Toda la noche cagando, y María, la señora que la cuida mientras nosotros descansamos, ha estado toda la noche cambiándola. A pesar de sus esfuerzos tiene ya unas escoceduras considerables. Cada vez que defeca u orina, rabia de dolor, debe ser algo así como si sus dañados intestinos vertieran hierro fundido entre sus piernas.
Hemos tenido que bajarla a la primera planta para que le hicieran un scanner, y con ello, intentar averiguar a que es debido este empeoramiento.
Antes, he tenido que ayudar a la enfermera a lavarla. Si días atrás tuve que ponerle sus lentillas por primera vez, hoy me ha tocado lavarla, del mismo modo que ella me lavaba a mí cuando yo era pequeño. El olor de sus deposiciones se me ha impregnado por todo el cuerpo y me persigue, obsesivamente, allá donde voy.
Mi padre ha llorado hoy por mi madre, por primera vez, desde que tengo uso de razón. Llevan separados varios años. Su relación siempre fue muy tormentosa, pero en el fondo, los dos han luchado juntos como leones para ganarse la vida. Los pobres, desgraciadamente, ni supieron vivir ni supieron amarse.
De nuevo le ponen oxígeno. De nuevo bolsas de sangre A+. Otra vez le retiran la dieta. Vamos para atrás como los cangrejos.
La señora de la cama de al lado ya no es de Archena. Esta vez nos ha tocado una de Molina de Segura, que esta contenta con los resultados de las elecciones andaluzas y asturianas.
-Yo soy más roja que la Pasionaria. Estoy deseando ponerme buena para ir a la huelga general -dice la revolucionaria vecina.
-Parece que la gente, tras tres meses de gobierno, ya esta cambiando de opinión -le comento por no parecer antipático.
-¡Son unos mentirosos!. Quieren acabar con todos los derechos de los trabajadores con la escusa de la crisis. O paramos a tiempo a estos, o nos quitan todos los logros sociales que conseguimos los españoles con tanta lucha y tanto esfuerzo -expone la vecina.
Mi madre no esta para discursos de política ni para nada. Nuevamente tenemos que limpiarla. Mientras ayudo a la enfermera observo como la trata. Pese a la gran carga de tareas que tiene -no para de aquí para allá- la trata con dulzura y profesionalidad.
El médico me dice que algo no va bien. Eso también lo sabía yo sin estudiar medicina en Harvard.
-Estamos intentando saber que le pasa a su madre, ya debería estar en su casa. Tiene el vientre muy inflamado. Si hay alguna novedad se lo comunicaremos, no se preocupe -dice el doctor.
¿Cómo no voy a preocuparme? ¿Alguien podría estar sin preocuparse con este panorama de incertidumbre y de impotencia?
Estos días están sirviéndome para darme cuenta de muchas cosas en las que no había reparado, para engrasar y fortalecer mis sentimientos familiares y para admirar a la gente que trabaja en los hospitales.
Siento envidia, únicamente, de los enfermos que pasean por los pasillos agarrados a su gotero. Mi madre ya debería estar en esa atlética competición.

1 comentario:

  1. Hola, aunque tú no me conoces, yo si conozco a tu madre, soy una vecina y por casualidad te he leido, no sabia nada, espero que pronto se recupere, despues de la tormenta llega la calma, un saludo afectuoso. Mari

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