No sé la razón, pero me siento extraño al mirar por la ventana, desde la habitación del sanatorio donde mi madre esta convaleciente, y ver a los niños correr con una energía capaz de alimentar de electricidad una ciudad de tamaño medio.
La vida discurre a nuestro alrededor como un tren, incansable y desbocado, sin detenerse a esperar a nadie. El varapalo de la enfermedad de mi madre me ha golpeado, en las costillas y en la conciencia, como un latigazo o una descarga de pesimismo, o quizás, ya me encontraba predispuesto a ello.
El cáncer es la peste contemporánea. Si no tuviésemos los medios que tenemos hoy, posiblemente, cogeríamos a los muertos por las calles con carretillas y los tendríamos que arrojar en fosas comunes y tirarles encima sosa cáustica.
El patio de ese colegio esta rebosante de inocencia y vitalidad. Este hospital, desde donde miro, es un patio de moribundos, escombros de humanidad que luchan por aguantar un puto día más. ¿Y, para qué?
Los niños corren tras el balón, como los enfermos corren tras un poco más de vida. Los profesores corrigen y regañan a los alumnos. Los facultativos atienden a los enfermos. Un policía da paso a los peatones en un paso de cebra. Un hilo invisible une en mi mente todas las escenas.
El gotero libera lentamente su contenido. Miro caer las gotas, una a una. Me siento aturdido. Vuelvo a la ventana, los niños corren y corren. Su contemplación agudiza mi ansiedad. Salgo al pasillo del sanatorio y el deambular de las enfermeras y los familiares de los pacientes me aturden aún más. Mi madre me pide que le pase una gasa húmeda por los labios y lo hago como un autómata. Miro la bolsa del drenaje que está llena de un líquido viscoso de color parduzco. Miro la bolsa de la sonda de los orines. Hago lo mismo, sin saber para qué, con las bolsas de la señora de la cama de al lado.
Intentó leer un poco mientras mi madre duerme. El libro de Álvaro Pombo no consigue seducirme, o a mí no hay quién cojones me seduzca en este trance. Yo creo que ni Jennifer López me la pondría dura en este instante.
Un anciano, con su pijama hospitalario, camina arrastrando los pies por el pasillo agarrado a un gotero. Un joven, con los pantalones cagados, pasa agarrado a una quinceañera, que arrastra los pies, mientras le muerde en la oreja. Una monja pasa, arrastrando los pies, con el rosario en la mano. En la habitación de enfrente a un hombre le falta un pie. Un gorrión se ha posado en alféizar de la ventana y, curiosamente, le falta una pata.
Mi madre me pide ayuda para ponerse de costado. Le duele el cuerpo de estar tanto tiempo en la misma postura.
Así son mis días en el hospital. Para mi madre son mucho peor, aunque parezca lo contrario.
Pienso...de que vale a ese ser estar acompañando a su madre ?
ResponderEliminarVeo ...siento lo hace hasta con un poco de ironismo.....caramba.
Valdra la pena estar ?
Mile
Muchas personas que tal vez no tienen un ser amado en el hospital, creen que verlo desde fuera eso es fácil, pero no, uno se siente impotente y muchas veces no sabe como reaccionar ante este hecho, muchas veces nos desesperamos y otras quedamos haciendo las cosas por inercia, solo el que esta con un ser amado en un hospital con una enfermedad pasajera o una enfermedad mortal, puede entender que queremos hacer de todo para que esa personita especial se sienta mejor pero no podemos y reaccionamos automáticamente con lo poco que podemos hacer para hacerla sentirse mejor.
ResponderEliminarSusana de PERU
Jose, casi siempre los que hemos pasado por el piso de un hospital o nos hemos quedado en uno bien sea por enfermedad o por algún pariente enfermo, tenemos la tendencia de ver la vida desde la ventana y entrar en una inevitable comparación con lo que esta detrás de la ventana y no por eso dejamos de sentir.
ResponderEliminarSon pocos los que simplemente ven pasar uno a uno los días en un hospital sin reparar en el derecho exclusivo que tenemos de sentirnos mal por el paciente, impotentes frente a su enfermedad y aburridos por las largas horas de espera que bien quisiéramos pasarlas en un cómodo sillón pero siempre con esa persona que nos tiene en ese piso de hospital.¿porque acaso un hospital es el lugar mas agradable del mundo?
asi que difiero con quien cree que tus sentimientos son algo frios porque en verdad solo tu tiene el coraje de escribir sobre su propio sentimiento. al carajo con quienes no comprenden al artista.
ResponderEliminarNo comparto la opinión de la persona que piensa así, se lo que es estar en un hospital y ver cómo se va la vida de un ser querido, comprendo por lo que está pasando José, es su madre la que está en un cuarto de un hospital se que haría hasta lo imposible por verla sana y feliz. Admiro tu manera de escribir esta expresando tus sentimientos y emociones. Es muy fácil juzgar cuando no es uno el que está en el problema. Es normal sentirse así. Allá las personas que no tienen la sensibilidad de comprender por la situación en que esta José. Adelante señor escritor en cada relato tuyo siempre vemos un ser humano con sensibilidad y sentimientos.
ResponderEliminarLos hospitales son una putada
ResponderEliminarY así es detrás de la ventana la vida sigue los niños ríen lloran los estudiantes toman su clase mientras que para uno la vida se detiene o al menos eso parece .........,.......,,maryperas
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