Han convertido a mi madre en un ser inerte lleno de tubos. La llevé al hospital hace dieciséis días con ganas de salir pronto de su operación e irse a pasar la semana santa a la playa y, ahora, sus sueños frustrados se debaten, únicamente, entre la vida y la muerte.
Ahora me arrepiento de haber confiado en los médicos. Ahora me arrepiento de haber puesto en sus manos la salud de mi madre. Ahora me arrepiento de no haberles exigido más y haberles obligado a tomar decisiones, o como hubiese hecho mi padre de haberle dejado: haber pegado cuatro gritos a los médicos para que hubiesen actuado aunque fuera por vergüenza propia o ajena.
Casi tres días de agonía en su habitación no eran suficiente argumento como para que alguien tomara la decisión de llevarla a cuidados intensivos. Ese alguien, sin sentimientos e inhumano; ese alguien al que, ahora, después de la reclamación que he interpuesto en el hospital, todo el mundo protegerá, y, con toda probabilidad, sí podrá disfrutar de unos maravillosos y primaverales días de playa.
Ahora el contacto con mi madre se limita a media hora al mediodía y media hora por la noche, a eso de las ocho. Hoy, sin saber demasiado del protocolo de la UCI, al abrir las puertas y nombrarnos, he entrado como un cohete al box número 11 que es el que ella ocupa, y para mi sorpresa la exhibían desnuda delante de una multitud de gente con batas verdes. Nunca pensé que el desnudo de mi madre pudiera provocar tanta expectación, por lo que creo que, en realidad, la clase magistral que le daban a los alumnos se basaba en una clase práctica sobre las negligencias médicas. Cuando me han visto acercarme al mercadillo que habían montado en el box número 11, me han prohibido el acceso y me han remitido a la oficina de información a escuchar la milonga del día.
-¿Es usted familiar de Dolores? -dice un nuevo doctor.
-Sí, soy su hijo, dígame.
-Bueno, lo que tengo que decirles es que su madre ha sufrido esta noche tres paradas cardíacas, e incluso, esta misma mañana ha sufrido otra, por lo que le hemos tenido que colocar un marcapasos. Sigue sin drenar el líquido de sus pulmones por lo que su situación es muy grave. Hemos tenido que someterla a técnicas de reanimación. Hemos detectado deficiencias importantes en el funcionamiento de su corazón. Creemos que esas dolencias ya las padecía antes de su ingreso. No puedo decirles mucho más. Tan sólo podemos esperar a ver como reacciona frente a todo el tratamiento que le estamos aportando y que su cuerpo comience a eliminar esos líquidos. La mantenemos sedada en todo momento. El próximo parte médico será a las ocho de la noche.
Luego hemos ido pasando toda la familia en turnos de dos personas. Alguno de nosotros no ha podido aguantar el espectáculo.
El otro día escribí que estar con mi madre, todo este tiempo, en el hospital me estaba enseñando muchas cosas. Una de ellas, desgraciadamente, se me quedará muy clara para siempre, no confiar nunca en los médicos. He sido muy inocente.
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