martes, 15 de mayo de 2012

Días de hospital XXIX


Si Pedro Almodovar hizo la película: "Todo sobre mi madre", yo estoy escribiendo el guión de un culebrón murciano que podría llevar por título: "La Loli remenber, historia de la típica madre sufridora". No creo que le interesara el guión ni al ruinoso Canal 7, pero yo lo estoy escribiendo por si sí, o por si no.
Hoy, mucho tiempo después de su ingreso en el hospital, allá por el seis de marzo pasado, mi madre tiene un aspecto formidable. La sangre que le metieron ayer se le nota bastante. Debió pertenecer a un donante energético y vigoroso porque, hoy, mi madre tenía ganas de salir corriendo en bicicleta  de la UCI y subir el Puerto de La Cadena.
Los donantes de sangre están siendo, durante todo su ingreso hospitalario, sus ángeles de la guarda. Donar sangre es un gran acto de solidaridad, aunque tengo que reconocer que las veces que yo he donado sangre, más allá de ejercerlo como un acto altruista, tenía como finalidad comerme un bocata de jamón y un refresco por la patilla.
Hace tiempo que no dono sangre. No tengo muy claro que mi sangre sirva para mucho, ya que las transaminasas me fluctúan, incontroladas, como la prima de riesgo española o el indice nikkei.
En el Bar Josepe teníamos un cliente al que amigablemente llamábamos "El champules" al que le pasaba algo y no sabíamos qué. El buen señor venía siempre en una bicicleta que desplazaba tan despacio que siempre parecía que se iba a caer. Cuando se bajaba de la bici los clientes salían corriendo a ayudarle porque daba la sensación de que iba a volcar y pegarse un trompazo con el suelo. Después entraba al bar arrastrando lo pies y su fatiga crónica sólo se veía aliviada con un buen chato de vino -al que él llamaba champú- y una croqueta de merluza como Dios manda.
Por medio de otro cliente nos enteramos, por fin, de qué era lo que le sucedía al pobre señor. "El champules", en sus años mozos, vendió tanta sangre, para poder comer, que estuvo a punto de morirse. Hoy día, esa historia, en España, nos parece increíble. Estos días en los que mi madre se ha beneficiado de tantas y tantas bolsas de sangre, me han hecho recordar que estas situaciones, como las de este pobre señor, se pueden estar repitiendo en muchos lugares del planeta. 
Pero volviendo a los donantes altruistas de sangre, quiero agradecer públicamente, en nombre de mi familia, a todas aquellas personas que, en un derroche de generosidad hacia los demás, aportan su sangre para salvar, de manera anónima y poco reconocida, a miles y miles de personas. Ese acto de solidaridad tiene mucho mérito. Y si no que se lo digan a mi madre.

2 comentarios:

  1. Desde niña siempre pensé que donar sangre era un regalo maravilloso y lo pude hacer hasta que una hepatitis A me negó la posibilidad de seguir haciéndolo, por eso es muy loable que la gente sienta que donar sangre es dar vida ojala pudiera seguir haciéndolo.

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  2. Somos el pais -o uno de los países- con más donaciones de sangre y órganos. En otras cosas seremos un desastre absoluto, pero en este tema somos muy generosos y eso es algo que eleva la moral y la fé en el ser humano.
    Felicidades por la mejoría de tu madre.

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