Tengo muy poca batería y eso me
obliga a concretar. Como decía un viejo conocido asturiano, afincado en México:
“para hacéroslo corto” tan sólo diré que estoy en Cracovia, que hace una
temperatura de ensueño y que estoy trabajando, si es que a lo que yo hago se le
puede denominar así. Mi cliente polaco esta cagando los plumas. Su competencia
se lo está comiendo por los pies y no tienen ni la más remota idea de cómo van
a responder al golpe, si es que aún estuvieran en condiciones de hacerlo. El
mercado de los accesorios y los complementos de peluquería ha caído victima de
la competencia china. Todos los fabricantes de esos accesorios se fueron
alegremente a fabricar a China, para ganar más, y ahora, veinte años después, cavan sus propias tumbas, con palas fabricadas
en China, que produce un tipo que es primo del que fabrica los secadores para
el pelo y cuñado del que hace las tijeras que antaño se fabricaban con el mejor
acero alemán de Solingen.
El libre comercio destroza el
comercio, como un alcohólico, haciendo uso de su libertad, destroza su propio
hígado y esquilma los recursos públicos por su caprichosa y libertaria
elección. El exceso de libertad es tan
dañino, o más, que el exceso de limitaciones.
Hace tres años y medio les
convencí de que trabajar con nosotros era una vía muy adecuada para
diversificar su empresa y seguir creciendo. Hoy día, es la única sección de su
empresa que se continúa desarrollando, cuando todas las demás secciones se les
vienen abajo estrepitosamente y sin red.
Cuando les he dicho que tenemos que buscar y
explorar nuevos escenarios para mejorar la distribución en Polonia, han abierto
los ojos como platos. Nuestra experiencia es tan valiosa, para ellos, como
nuestros productos o nuestros precios. Nuestros consejos y nuestra implicación
le pueden suponer el ser o no ser.
Apoyar a los clientes forma parte
de nuestra responsabilidad. Es un acto de valentía, como en su día lo fue el
hecho de venir a vender aquí. Las ideas pululan en mi cabeza, desordenadas, e
intento buscar soluciones innovadoras para adaptar modelos de colaboración
exitosos a esta situación particular. Mi cerebro es un tetris del que, en lugar
de inútiles piezas geométricas, caen propuestas deformes e ininteligibles que
intento interpretar y ordenar para que no desborden mi pantalla mental y mis
clientes, y yo mismo, perdemos la partida y game
over.
Mientras realizamos una
formación, en la que están participando un grupo de estilistas; Kristoff, me
mira mientras escribo, intentando entender las nuevas directrices que le he
propuesto para su futuro. En sus ojos percibo la necesidad y la ansiedad. Girar
a la derecha o la izquierda, hacer esto o aquello, crear estructura o
desestructurar, marcarán irremediablemente su destino.
Mi trabajo es apasionantemente
jodido. Nunca sé si trabajo o no. Tan sólo me dedico a interpretar realidades y
buscar soluciones, que, en la mayor parte de las veces, proceden más de los
bloqueos interiores que a grandes problemas externos.
En todo este tiempo me he dado
cuenta de que sólo consigo ayudar al que busca, con sinceridad, la raíz de sus problemas desde su interior y
no todo lo achaca a las crisis externas o a la competencia china. Si los chinos
o la crisis nos aprietan, nosotros tenemos que maniobrar con inteligencia,
rapidez y creatividad.
La peor crisis es la que uno se
traga y no consigue digerir. Los polacos quieren dar la batalla. Lo sé porque
andan buscando un nuevo escenario donde sus golpes y sus esfuerzos vuelvan a
tener sentido.
Siempre se ha dicho: querer es
poder.
quiero poder y puedo querer simple pero básico.
ResponderEliminarsabes jose, en los escritos que a tu trabajo hacen referencia nunca había percibido tanta emoción por lo que haces pero mas que emocional es poder de convencimiento y del puro lo que aquí se siete tanto que dan ganas de coger a besos mi trabajo.
¡¡Óraleeeee!!
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