miércoles, 23 de mayo de 2012

Mi batalla interior en Cracovia



Tengo muy poca batería y eso me obliga a concretar. Como decía un viejo conocido asturiano, afincado en México: “para hacéroslo corto” tan sólo diré que estoy en Cracovia, que hace una temperatura de ensueño y que estoy trabajando, si es que a lo que yo hago se le puede denominar así. Mi cliente polaco esta cagando los plumas. Su competencia se lo está comiendo por los pies y no tienen ni la más remota idea de cómo van a responder al golpe, si es que aún estuvieran en condiciones de hacerlo. El mercado de los accesorios y los complementos de peluquería ha caído victima de la competencia china. Todos los fabricantes de esos accesorios se fueron alegremente a fabricar a China, para ganar más, y ahora, veinte años después,  cavan sus propias tumbas, con palas fabricadas en China, que produce un tipo que es primo del que fabrica los secadores para el pelo y cuñado del que hace las tijeras que antaño se fabricaban con el mejor acero alemán de Solingen.
El libre comercio destroza el comercio, como un alcohólico, haciendo uso de su libertad, destroza su propio hígado y esquilma los recursos públicos por su caprichosa y libertaria elección.  El exceso de libertad es tan dañino, o más, que el exceso de limitaciones.
Hace tres años y medio les convencí de que trabajar con nosotros era una vía muy adecuada para diversificar su empresa y seguir creciendo. Hoy día, es la única sección de su empresa que se continúa desarrollando, cuando todas las demás secciones se les vienen abajo estrepitosamente y sin red.
 Cuando les he dicho que tenemos que buscar y explorar nuevos escenarios para mejorar la distribución en Polonia, han abierto los ojos como platos. Nuestra experiencia es tan valiosa, para ellos, como nuestros productos o nuestros precios. Nuestros consejos y nuestra implicación le pueden suponer el ser o no ser.
Apoyar a los clientes forma parte de nuestra responsabilidad. Es un acto de valentía, como en su día lo fue el hecho de venir a vender aquí. Las ideas pululan en mi cabeza, desordenadas, e intento buscar soluciones innovadoras para adaptar modelos de colaboración exitosos a esta situación particular. Mi cerebro es un tetris del que, en lugar de inútiles piezas geométricas, caen propuestas deformes e ininteligibles que intento interpretar y ordenar para que no desborden mi pantalla mental y mis clientes, y yo mismo, perdemos la partida y game over.
Mientras realizamos una formación, en la que están participando un grupo de estilistas; Kristoff, me mira mientras escribo, intentando entender las nuevas directrices que le he propuesto para su futuro. En sus ojos percibo la necesidad y la ansiedad. Girar a la derecha o la izquierda, hacer esto o aquello, crear estructura o desestructurar, marcarán irremediablemente su destino.
Mi trabajo es apasionantemente jodido. Nunca sé si trabajo o no. Tan sólo me dedico a interpretar realidades y buscar soluciones, que, en la mayor parte de las veces, proceden más de los bloqueos interiores que a grandes problemas externos.
En todo este tiempo me he dado cuenta de que sólo consigo ayudar al que busca, con sinceridad,  la raíz de sus problemas desde su interior y no todo lo achaca a las crisis externas o a la competencia china. Si los chinos o la crisis nos aprietan, nosotros tenemos que maniobrar con inteligencia, rapidez y creatividad.
La peor crisis es la que uno se traga y no consigue digerir. Los polacos quieren dar la batalla. Lo sé porque andan buscando un nuevo escenario donde sus golpes y sus esfuerzos vuelvan a tener sentido.
Siempre se ha dicho: querer es poder.

2 comentarios:

  1. quiero poder y puedo querer simple pero básico.
    sabes jose, en los escritos que a tu trabajo hacen referencia nunca había percibido tanta emoción por lo que haces pero mas que emocional es poder de convencimiento y del puro lo que aquí se siete tanto que dan ganas de coger a besos mi trabajo.

    ResponderEliminar