martes, 3 de abril de 2012

Días de hospital XI


Mi hermano ha dicho hoy que mi madre ha decido regresar de donde mucha gente llega para quedarse. O algo así. Yo por mi parte pienso qué: si mi madre ha visto aquello muy aburrido ha decidido regresar a su centro de mayores de La Flota. Ella siempre lo dice: más vale malo conocido que bueno por conocer.
Lo importante es que nuestra Loli sigue en su lucha interior contra la adversidad, lo mismo que España lucha para no tener que pedir un rescate económico a Europa. A estas alturas de la película, cuando se cumplen veintidós días de su hospitalización, oficialmente, los médicos se han pronunciado, ¡habemus papam!: los virus hospitalarios son los que han puesto a mi madre en un brete.
El parte médico de hoy ha continuado en la débil línea de optimismo que se inicio justo después de su segunda operación. Casualidades de la vida, ya que, según el equipo que la operó, en la intervención no hicieron otra cosa que corroborar qué, efectivamente, la operación de su intestino se encontraba bien y que de ahí no venían los problemas acaecidos con posterioridad. Luego nos han confirmado, aún sin demasiada convicción, que ha comenzado a  tolerar la alimentación intragástrica, aunque todavía, eso sí, en pequeñas cantidades.
Este pequeño avance lo celebramos nosotros tanto como, esta noche, los culés están celebrando su victoria sobre el Milan.
Me estoy planteando seriamente ver todos los capítulos atrasados de la telenovela: El secreto del puente viejo, para luego, cuando mi madre despierte, ponerla al día y que pueda seguirla como el que no quiere la cosa.
En estos días, sin pretenderlo, me he erigido como portavoz oficial de mi madre y por extensión de mi familia. Soy como un ministro portavoz, que  a veces tiene cartera y otras veces no. Durante todo el día recibo mensajes y llamadas al móvil para interesarse por su evolución. Incluso, muchas de esas personas, lo hacen dos veces al día coincidiendo con los horarios donde nos informan los facultativos. Ya soy un experto portavoz. Me he sentido, en algún momento, como el hombre del tiempo; dando partes meteorológicos, que luego se cumplen o no. 
Hoy me he preguntado, a pie de cama, si mi madre, en su inconsciencia inducida, acribillada por cables, tubos y sondas por todo su cuerpo, será capaz de soñar, como tampoco sé si soñarán los cinco millones de desempleados que hay en España. Las dos cuestiones me generan una nebulosa mental tan grande como la niebla  de un día invernal en La Mancha.
La Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Morales Meseguer se encuentra en la quinta planta. Yo me ejercito, a diario, subiendo y bajando dos veces los ochenta y ocho escalones que tiene la escalera. Mi madre esta, según mi hermano, bajando, poco a poco, a la tierra: ¡Loli, coño, para qué te subes tan alto! ¡Haz el favor de bajar, que te estamos esperando! Como tiene una prótesis en su rodilla esta bajando despacito, pero con buena letra.

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