El despertar es un fenómeno de la biología que está impregnado de un enorme romanticismo. Pero, sin duda, el despertar de una madre después de estar un mes inconsciente, en cuidados intensivos, es algo muy difícil de describir por mucha maña que se de uno, como dijo el director de la unidad en relación a este blog, en estos menesteres de la narración. Hasta este momento, aunque este feo decirlo, nunca había reparado en el color ámbar, tan precioso, de los ojos de mi madre. Su despertar esta siendo lento y tortuoso como un camino que asciende por un monte vertiginoso y accidentado. En ocasiones, parece que no va a poder y en otras parece que sí. Abre sus ojos de miel, sobresaltados, fijando sus pupilas en el infinito y, al instante, vuelve a cerrarlos como renunciando a ver lo esta viendo, quizás como consecuencia de su desesperación. Sus movimientos reflejos también nos provocan ilusiones. Sus brazos, sus piernas, su cuello y sus hombros han comenzado a ejercitarse como prueba inequívoca de que su funcionamiento coordinado será sólo cuestión de tiempo. Nos recuerdan estos movimientos a los de un bebe en su cunita a los pocos días de nacer.
Para demostrarnos que es la que es, y no otra, la que ha regresado del más allá, ya nos está aleccionando con discursos mudos pero elocuentes. La traqueostomía no la deja hablar, pero ella pronuncia discursos sin sonidos para justificarnos su ausencia durante tantas semanas. Creo que nos quiere decir que se fue a comprar tabaco, y se le torció el camino, como el del chiste. Mi madre es una apasionada de los chistes. Sus chistes siempre han sido un poco picarones. Uno de los más tontos que ella nos ha contado millones de veces -y seguro que nos seguirá contando- es uno muy viejo que, a buen seguro, casi todos los lectores conocerán:
"Esto era una señora que tenía un perra que se llamaba miss tetas. A la pobre señora se le perdió la perrita y fue a un policía municipal que había por allí y le preguntó: ¿ Oiga señor, ha visto usted a miss tetas? y el agente le respondió tan cortés, no señora, pero me gustaría verlas.
En la familia tenemos disparidad de criterios sobre si mi madre nos reconoce o no. Yo soy de los que no lo tienen muy claro, aunque reconozco que, en ocasiones, parece que nos responde con sus gestos afirmativos o negativos ante nuestras preguntas.
Por la tarde estaba muy dormida. Las enfermeras nos dijeron que intentáramos despertarla y hablar con ella. Mi hermano y yo erre que erre y ella nones. Así que, en una arrebato de improvisación, le grité al oído:
-¡Mamá, hazme la leche, que se me hace tarde!.
Y para nuestra sorpresa ella abrió los ojos de par en par y se puso a hablar con el sonido al cero, como la comentarista de un informativo en una televisión donde el sonido se hubiese estropeado.
Aún no puedo creerme que sea verdad que Loli, mi madre, haya vuelto para quedarse. Se nota que todavía vivo inmerso en el mundo de la incredulidad.
vives inmerso en el mundo de la esperanza y la verdad es de alegrarse el saber que las cosas parecen como el rió desbordado querer regresar a su curso en hora buena jose.
ResponderEliminar