Desde hace muchos años la Niña de los Peines era, por antonomasia, la más conocida de todas las niñas de España. Otra muy famosa, sin duda, fue la Niña de tus Ojos, una película del director español Fernando Trueba, aunque nunca se hizo tan famosa como la terrorífica Niña del Exorcista, que, dicho sea de paso, la pobrecita era más fea que pegarle a un padre y fue la protagonista, durante décadas, de nuestras más terribles pesadillas.
Este último año otra niña ha popularizado su existencia sobre todas las demás. Escapó de las garras del gavilán para decirle al mundo:¡Aquí estoy yo, vine para quedarme, basta de lágrimas y vamos a actuar!
Mejor,antes de emocionarme, voy a ponerles en antecedentes:
La Niña de los Tapones -Aitana es su nombre real- padece una de esas extrañas dolencias que ni los médicos más eruditos pueden tratar y que, irremediablemente, han de curarse en EE.UU previo pago de una fortuna. Su tratamiento ronda los 400.000 dólares. Esas situaciones, en la mayoría de los casos, suelen acabar en una cajita blanca y unos cuantos ramos de flores como única decoración. ¿Quién coño puede reunir en tiempo récord esa cantidad de dinero tan desorbitada, y con la que está cayendo?
He de reconocer que no tengo ni la más remota idea de qué hubiera hecho yo de verme en esa tesitura. Pero si la vida nos plantea, a lo largo de nuestra existencia, una serie de pruebas para comprobar nuestra capacidad filial, esta sería, ténganlo claro, una de las más jodidas que se nos podría plantear.
No pretendo hacer una nueva narración de lo acontecido con el caso de Aitana, en la red hay sobrada información al respecto. Lo que yo me planteo es el hecho en sí mismo. La enorme lección de superación que nos han brindado a todos esta modesta familia de Tarazona.
¿Quién se iba imaginar que en los tapones de las botellas iba a estar la solución para su terrible enfermedad?
He reflexionado mucho sobre esta vivencia desde su lado más pragmático. He intentado desmenuzar todo el positivismo y la energía que emana de ella, para interiorizarla en su totalidad, con la intención de extraer las claves de su éxito y poder extrapolar sus resultados en otro tipo de situaciones comprometidas.
En teoría, todos los padres tenemos el instinto, o deberíamos tenerlo, de luchar hasta las últimas consecuencias por la integridad y la seguridad de nuestra prole. Pero hete aquí que no todos actuamos con la misma diligencia ni con la misma destreza ante la adversidad. En este caso de La Niña de los Tapones se evidencian, claramente, la determinación y la agilidad a la hora de tomar decisiones. En ocasiones, todos sabemos lo que tenemos que hacer pero no lo hacemos por falta de decisión o por postergar esta para más adelante, en una especie de impasse donde esperamos que surjan, como por arte de birlibirloque, las soluciones a nuestros problemas.
Una vez tomadas las decisiones es cuando tenemos que desplegar todas nuestras capacidades creativas y organizativas. La idea o la solución preconcebida ha de hilvanarse con el debido rigor para que esta pueda rentabilizarse y obtengamos el beneficio o la solución que tanto anhelamos. El siguiente punto de éxito, en el caso que nos ocupa, ha sido la estrategia. La familia ha conseguido la colaboración desinteresada de empresas de transporte, de ayuntamientos, de cadenas de tiendas, más adelante de los medios de comunicación y, finalmente, de toda la sociedad en su conjunto.
Todas las ideas que tienen una lógica y un planteamiento adecuado, si se les aplica la constancia y el seguimiento necesario, antes o después, se acaban consiguiendo. A veces, el hecho de no alcanzar el objetivo se produce por no perseverar lo suficiente o se complica aún más su consecución si cambiamos repetidamente de estrategia.
Especialmente en este caso, la conexión de la idea y de la acción con las emociones han facilitado la movilización de miles de personas de España y Portugal, y la niña, por fin, podrá disfrutar de ese tratamiento que tan urgentemente necesita. El binomio acción-emoción ha sido, y es, fundamental para alcanzar los objetivos que nos propongamos. Las acciones sin emociones no suelen llegar muy lejos y suenan a hueco.
Lo acaecido con La Niña de los Tapones es un ejemplo de que los objetivos, por difíciles que a priori nos puedan parecer, son alcanzables desde el convencimiento y desde el esfuerzo.
Pero todo comenzó por una buena y sencilla idea que alguien supo escuchar, canalizar y rentabilizar.
Todo dependía de juntar muchos y muchos tapones y vaya si se consiguió.
De existir, a esta familia deberían de otorgarles el premio Nobel a la familia ejemplar.
Por ahí se dice que de granito en granito se llena la despensa, la verdad la unión es el lazo màs fuerte que nosotros deberíamos emplear pero aveces la indiferencia es el hilo por donde se rompe la humanidad
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