jueves, 12 de abril de 2012

Días de hospital XV



Una nube de zombis vestidos de huertanos inunda toda la ciudad. Su deambular, colorista y alcoholizado, me resulta familiar. Medio centenar de bases nodriza se han apropiado, por una semana, de las principales plazas y jardines de Murcia para distribuir, a tutiplén, toneladas de morcillas repletas de sangre encebollada. Los zombis de la morcilla, aparentemente, se lo pasaban de maravilla bajo los efectos hipercalóricos y narcotizantes de ese embutido autóctono y sangriento.
A mi madre le han puesto, nuevamente, dos bolsas de sangre, pero sin cebolla, porque la cebolla la repite mucho. Le hubiera gustado vestirse de huertana en lugar de estar desnuda, inconsciente y sin claveles, en la cama de cuidados intensivos de un hospital.
Después de meterle sangre, por enésima vez, nos piden permiso para realizarle una Endoscopia Digestiva Estandar (Gastroscopia), al parecer, intentan averiguar cómo está su esófago y su estómago. Ha vuelto a defecar melenas, que no son unos heavys trasnochados, sino unas deposiciones negras, viscosas y malolientes, como las que yo ayudaba  a quitar cuando estaba en planta y la enfermera de turno se encontraba sola ante el peligro. 
Estos días festivos en los que la gente se lo pasa en grande inflándose, mi madre, en un alarde de rebeldía, lucha por desinflarse. Da pena tocarla porque parece que en cualquier momento puede estallar.
He sentido las calles repletas de fiesta como un escenario ajeno a mi realidad. Como una nube tóxica de alegría e incoherencia al mismo tiempo. 
Mientras esperaba en un semáforo he alcanzado a escuchar el estribillo de una típica canción del folclore regional. Decía algo así: "Acabarse la paja, morirse el burro y caerse la cuadra, tó en un segundo, tó en un segundo, acabarse la paja, morirse el burro. Chimpún.
A pesar de llevar cinco semanas en el hospital, me parece que todo ha sucedido en un segundo. La mayoría de las veces no le damos suficiente valor al tiempo y lo derrochamos. Un segundo, que nos parece nada, puede ser mucho. Como dice la jota murciana, en un segundo se nos puede venir el mundo encima y jodernos vivos, como le sucedió a la protagonista de la genial novela: Maldito Karma, del alemán David Safier cuando, por subir a fumar a una azotea, le cayó encima un trozo de chatarra espacial y la mandó al otro mundo.
Mi madre sigue jodida pero peleando, como siempre, cada segundo de su vida. Es lo que tiene cuando vienes a este mundo a luchar. Ella entiende de eso y los médicos, por mucho que yo los tenga entre ceja y ceja, seguro que también.

3 comentarios:

  1. los médicos y demás profesionales no deben de sentirse mal me consta que están haciendo lo que está en sus manos.No hace falta que vigiles como tratan a tu madre ya saben qué y cómo deben hacer para que mejore,si Dios quiere.

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    1. vaya hablas como todo un profesional de la medicina y tienes toda la razón o tal vez olvidas que a ellos se les enseña a no involucrarse emocionalmente con sus pacientes cosa que me parece bien pues no es imaginable ver a un doctor o doctora o simple enferemero o enfermera llorar a moco tendido por el sufrimiento de otros ¿verdad?, que lastima que no puedan hacer lo mismo los pacientes simplemente hacerse los indiferentes frente al sufrimiento de su padre, madre,hijo, esposo o esposa pero lo unico cierto es que la diferencia es que los familiares simplemente quieren a su familia junta de nuevo y aveces no les importa si hablan o no bonito solo quieren saber que es lo que pasa y que todo estará bien.

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  2. Anónimo, solo le pido al gran Medico de Medico que coloque su mano y les guié para hacer su trabajo con todo la mejor manera.Pero de vez en cuando es bueno mirar con los ojos del corazon y comprender el dolor y la impotencia ajena no solo lo que nos toca y molesta.

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